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28
El cerco se cierra
―De nada importante.
―Nada importante, y entonces ¿Por qué te sorprendiste?
―Y quien no se va a sorprender, cuando uno piensa que está sola y de pronto aparece alguien, cualquiera se va a asustar ―dijo muy convincente.
―Bueno es verdad, pero algo estabas diciendo, lo que pasa es que no te entendí nada pero bueno, ¿Ya cocinaste?
― ¿Cocinar? ―Muy sorprendida.
―Si claro, cocinar o mando a pedir comida en la calle.
―No claro que no, pueda ser que Tony llegue en cualquier rato.
― ¿Tony? ¿No estará en la casa?
―No, no está, salió como el mediodía y no ha regresado.
― ¿Y a dónde se fue?
―Y yo qué sé, vino la putilla esa y se lo llevó.
― ¿A quién te refieres?
―A esa puta, la que se viste de blanco hecha la enfermera.
― ¿Tú estás hablando de la enfermera que vino el otro día a esta casa? Cuando nos dijo que había un enfermo que era mi hermano, ¿Tú te refieres a ella?
―Sí, a ella, vino como gran cosa habló una que otra cosa con Tony y de pronto salió, buena estrategia de la zorrita, el otro como tonto salió corriendo atrás de ella y no ha regresado.
―O sea que Tony ya tiene su pareja.
― ¿Pareja? tú estás loco.
― ¿Por qué dices eso?
―Por… por, más claro a ella se la ve como que anda atrás de un tonto.
―No creo, más parece que a ti te molestara ―Martino se acerca a ella y la mira pero Zulema da su mejor lado de perfil.
― ¿Molestarme a mí? ¿De dónde sacaste eso?
―Si te vieras en un espejo… la cara que pones cuando hablas de esa mujer y que yo sepa ni siquiera la conoces, a más del día que vino a esta casa, más parece que estuvieras celosa.
―Oye no hables pendejadas, como puedo estar celosa de alguien que yo recién conozco, además ahora poco recién me enteré de que tienes familia, y eso fue a pocos días de que viniera la zorrita esa y eso sin contar, que cuando tu hermano estaba convaleciente casi ni hablé con él, después de eso pase a quedar en inconsciente algunos días, ahora, te pregunto ¿En qué momento voy a tener tiempo para enamorar a tu hermano?
―Recuerda que pasaron como una semana que era el tiempo suficiente para conversar todos los días.
―Tú estás mal Martíno, además sea un día o sea 10 meses si yo no quiero hacer nada solo no lo hago, y no voy a esperar a que tú te descuides para hacer cualquier cosa, además que ni siquiera me amas y de eso ya son algunos años, entonces ¿De qué te preocupas?
―No es que no te ame, lo que pasa es que en el negocio hay muchas cosas que hacer, y eso está produciendo buenas utilidades, si yo me descuido ese negocio se iría a bajo.
―Si Martíno, yo te entiendo pero lo que no puedo entender es que tu ni siquiera me coges la mano, tu nunca me das un beso cuando llegas, y por favor ni siquiera en la cama, cuántas veces me he insinuado incluso me he desnudado y tú ni siquiera te has dado cuenta, estoy haciendo lo posible para que esto siga en pie pero no se hasta cuándo.
―Eso significa que en cualquier momento me dejas.
―No se Martíno, pero lo único que te digo es que yo te agradezco mucho lo que has hecho por mí, y si algún día me llego a desaparecer de tu lado, sería por una razón muy justa y nada más.
―Antes de que llegue eso, tienes que darte cuenta que ya tengo un poco más de cinco años que iniciamos en el negocio, y te he hecho ganar mucho dinero y todo está depositado en una cuenta de banco, y pienso que yo tengo derecho por lo menos a la mitad de lo que se ha trabajado.
―No Martíno no te preocupes, tú sabes muy bien que tengo dinero de sobra, el negocio que puse fue para ti y si eso ha ganado mucho dinero, eso es tuyo inclusive la casa y todo lo que está dentro también el vehículo, lo único que sí te digo es que yo cojo él otro vehículo, que eso sería lo único que yo me lleve claro que eso Incluye mis dos maletas.
―Estás loca, como me vas a dar todo eso si es tuyo, además aquí hay una fortuna, no me parece justo.
―Tú sabes muy bien dónde me conociste y también sabías que estaba huyendo, puesto que tú me ayudaste, y sabías que esta casa era eventual mientras viva Juan del Todo, si puse el negocio fue para que tú te entretuvieras, y siempre me decías que estabas aburrido y que querías trabajar, para que tú no te decepciones de mi, fue que puse ese negocio, en pocas palabras a mí nunca me interesó, entonces eso es tuyo y como yo no me puedo llevar la casa en el hombro, la casa es tuya y como no me puedo llevar dos vehículos a la vez, el uno es tuyo, así que fin a todo lo que hemos hablado.
―Está bien, si tú lo quieres así de todas maneras, gracias, pero dime una cosa, todo lo que me has dicho, ¿Tiene que ver con Tony?
―Mira Martíno, ya hablamos, no creo que tenga sentido que te diga sí o no.
―Pero por lo menos tengo el derecho de saber.
―Con decirte que Tony es inocente y no me preguntes más.
―Sí pero, (tic tic tic ha ha ha), la puerta, es fijo que es Tony y ni siquiera has preparado nada.
―Tú tienes la culpa porque me entretienes aquí, dame dinero o mejor me acompañas al supermercado para traer lo necesario, y enseguida preparo algo.
―Si tienes razón vamos ―dijo Martíno.
El timbre exótico que hizo instalar Martíno dio por terminado el intercambio de preguntas y respuestas, por un momento como que despertaron del trance en el que se habían sumergido los dos, y bien por el momento, porque ya se aclararon las cosas, lo único que quedó pendiente es quién es el causante de la toma de decisión de Zulema, mientras Tony ni siquiera se imagina lo que acaba de pasar y que tal vez, él sea el causante aunque involuntario pero tiene que ver en él asunto. En algún lugar más cerca de allá que de acá, un grupo de mercenarios han cogido el sector 21 de la calle Los cardenales y se dirigían por esa vía que da justo con la casa de Martíno, casi en la misma circunstancia en que Zulema y Martíno salen de compras.
― (tic tic tic ha ha ha), otra vez la puerta, vamos Martíno que tiene que ser Tony.
En el momento que Martíno se dispone a salir, revisa su billetera a ver si tiene suficiente dinero, Zulema se cerca y le coge de la mano y lo jala hacia la puerta y la abren y se encuentran con Tony en la entrada.
―Buenas noches, hermano y cuñada, me van a disculpar pero tuve algo que atender toda la tarde.
―Que bien hermano, espero que te haya ido muy bien.
―Más parece que sí, porque esa mujercita se la ve que brinca.
―Sí y no tanto así, María es una buena chica, eso va para ti cuñada, y me divertí sin nada de malicia, eso va para ti hermano.
―Me alegro ―dijo Zulema.
― ¿Por qué? ―Preguntó Tony.
―No le hagas caso Tony, cuando tiene ganas de molestar actúa peor.
― ¿Se iban de paseo?
―De paseo, ni de broma, que yo me acuerde Martíno nunca me he sacado a pasear.
―No le hagas caso, vamos al supermercado a comprar así que espéranos aquí un ratito.
―No hay problema, vaya nomás que yo me quedo aquí en la casa.
Como buen chico se quedó en la casa, Tony, no sabía lo que le deparaba el destino, a Martíno y Zulema tampoco y fue por eso que salieron juntos a comprar y sin darse cuenta que eso fue un fatal error. La gente de Juan estaba que se daban la vuelta justo por esos lados, ellos sin darse cuenta se cruzan cara a cara.
―Sabes qué ―dijo Zulema.
― ¿Qué cosa?
―En todo el tiempo que te conozco, con esta salida sería la segunda vez que sales conmigo a comprar a un supermercado, como marido y mujer, ¿No te parece raro?
―Verdad, verdad que me parece raro, la primera vez fue cuando llegó Tony, y ahora esta vez, ¿Será que me voy a morir? Sabes una cosa, me siento muy raro como algo de incomodidad.
―No hables tonteras Martino, que te vas a morir, quítate esa tontera de la cabeza que aquí nadie se muere, aunque yo también he sentido algo raro y no sé por qué, pero igual que nos puede pasar.
Mientras ellos caminaban, no se dieron cuenta que un vehículo último modelo negro iba muy cerca de ellos, por lo tanto, entraron al supermercado, sin darse cuenta que los ocupantes del vehículo también ingresaron allí, ellos eran los hombres de Jansí.
―Bueno ya estamos aquí, ¿Qué vas a comprar? ―decía Martíno.
―Déjame ver… preparar algo sencillo y rápido, ya sé, espérame aquí que voy a escoger las cosas.
En ese momento que Zulema está escogiendo los víveres se topa con los dos hombres, y ella alcanza a reconocer el uniforme que usan los mercenarios de Juan, pero como toda mujer que es más astuta que el diablo, logra disimular su sorpresa, lo cual pasa desapercibido por los dos hombres, Zulema pensando que el peligro pasó, continúa en su compra, no se ha dado cuenta, que los hombres de Juan están vigilando la cara de cada mujer que ven sospechosa, en especial a las rubias de ojos claros, pero un pequeño error que ella cometió hace que uno de los dos hombres se fije en su cara.
―Martíno, a que no sabes ―le dijo Zulema.
―No sé, ¿Qué?
―Hay dos hombres que son gente de Juan, Juan es el tipo que fue mi marido y creo que si te conversé, parece que me están siguiendo ―muy nerviosa le dijo Zulema.
― ¿Cuales hombres?
―Ésos que están allá.
― ¿Dónde?
―Allá zoquete, justo donde está la señorita que esta en la caja ―al mirar en esa dirección se da cuenta que los hombres la vieron lo que hacía―. ¡Qué tonta! Ya se dieron cuenta que los estamos mirando, disimula Martíno.
― ¿Qué hacemos? ―Preguntó con mucha precaución―. Sería peligroso irnos a la casa en este momento.
―Dime, ¿Qué están haciendo esos hombres?
―Vienen hacia acá ―dijo mirando al piso como si estuviera buscando algo―. Tranquilízate, porque es fijo que ellos están buscando a una mujer rubia, o ¿Ya te olvidaste como lucias cuando te conocí?
―Es verdad, el color de mi pelo verdadero es negro y no rubio, entonces debemos estar tranquilos.
Uno de los mercenarios se había separado de su compañero y mirando justo a la pareja, se acercó a ellos hasta ubicarse justo detrás de Zulema, aquel hombre saca de un bolsillo de su pantalón de campaña, una foto y la coloca a la altura de la cabeza de Zulema y le dice.
―Buenas noches, disculpe señora ¿Podría ayudarme? ―le dijo el mercenario.
En el momento que Zulema escucha esa voz, se da la vuelta y su cara dio a la altura de la foto que tenía el hombre, en ese momento él hace la comparación de la cara y la foto y se pone en duda, solo porque él no sabía que esa foto era cuando Clarí tenía cerca de 15 años, y Zulema está en cerca de 21 años, o sea que en algo cambiaba su aspecto.
―Si, dígame… ¿En qué le puedo ayudar?
―No nada, y disculpe ―dijo el mercenario.
―Pero qué linda foto, ¿Quién es? ―Preguntó sin temor Zulema ya que se dio cuenta que no la ha reconocido.
―Nadie que tenga importancia ―dijo el mercenario―. Por favor discúlpeme fue solo una equivocación.
―Muy bien, que le vaya bien buen hombre ―triunfante le dijo.
La audacia de Zulema los sacó de apuro, y eso fue una buena razón para que el mercenario no reaccionara, pero algo de duda le quedó porque justo eso le va a consultar a su compañero, tiempo que les va a servir a Martíno y Zulema como para salir al descuido del supermercado y dirigirse a su casa.
―Martíno es hora de irnos, no compremos nada y vámonos rápido ―le decía Zulema.
―Como tú digas, tú sabes lo que haces ―dijo Martíno.
De esa forma procedieron a salir del supermercado lo más disimulado que pudieron, mientras tanto el mercenario que se acercó a la pareja fue donde su compañero a consultarle.
― ¿Qué pasó? ¿A dónde te fuiste? ―Preguntó su compañero.
―Me fui a ver algo sospechoso ―dijo el mercenario.
― ¿Qué clase de sospecha?
―Una pareja que estaba parada allá, justo donde están los embutidos, estaban que nos miraban y por un momento me pareció que era la mujer que buscábamos, así que me acerqué y le llamé la atención, pero fue una falsa alarma.
―Por lógica no era ella, pero ¿Estás bien seguro?
―Claro, porque estamos buscando una mujer rubia y ella tiene el pelo negro, la mujer rubia tiene ojos claros y la señora de aquí tiene ojos negros, y para no ir lejos, la señora de aquí se la ve mayor en cambio la de la foto se la ve joven, por lo tanto no le dije nada.
―Pero que cojudo, si no me equivoco esta foto tiene años, más vale que me equivoque porque tú sabes cómo es el señor Jansí, pero mejor consulto.
Así que de esa forma el compañero en armas del mercenario, procedió a comunicarse con su superior inmediato con riesgo de tener que pagar una sanción por la equivocación.
―Atención, atención aquí el grupo siete ―se comunicaba el líder del grupo.
―Sí diga le estoy escuchando ―decía el señor de las computadoras.
―Solicito al señor Peke para una consulta.
―Un momento que ya lo llamo ―dijo el señor de las computadoras―. Señor Peke lo solicitan en comunicación inmediata.
El señor Peke se acerca muy apurado presintiendo buena noticia, porque ya tenía algunas horas de iniciar el nuevo plan.
―Aquí Peke, dígame le escucho.
―Señor Peke queremos saber si la foto que nos entregó ¿Es actual? ―Preguntó el líder siete.
―No, ¿Por qué?…Continuará capítulo 29
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