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Alcoholismo, es un mal que más que enfermedad es un mal social, si nos ponemos a contar cuantas personas no han bebido alcohol, sea de una forma o de otra serían muy pocas, claro que sólo hablo entre edad de adulto, ahora si cuento con los menores de edad que ya lo hacen, las estadísticas subirían notablemente. Antes pensaba que el ser alcohólico era una enfermedad que no tenía cura.
Ahora que tengo mi experiencia profesional discuto el tema, yo no creo que sea una enfermedad ya que para que usted, un alcohólico o yo ingiriéramos la bendita bebida, primero tenemos que tener una sensación o sentimiento, que lo único que lo genera es un trauma que está anclado en un detonante específico. Sin esa sensación es imposible que lo hiciéramos.
En todo caso, haría que usted no sólo busque el licor en los bares, sino que lo haría caminar de ser posible distancias largas, por obtenerlo y no me refiero a caminar exclusivamente, sino a cualquier medio que sea posible con tal de que lo consiga, o sea, lo haría más eficiente en la búsqueda, sólo como para que usted tenga una idea de cómo funciona su mente, llegan hasta a robar.
Lo que culmina todo es cuando le roban incluso a su propia familia, no respetan ni hijos sean chicos y peor adultos. Todo este problema tiene un proceso y siempre funciona igual ¿Por qué funciona igual? Simple, funciona así porque su proceso es como un programa de computadora, si usted cambia sólo una letra o número del programa ya no funciona o lo hace mal, así de sencillo.
¿Alcoholismo es una mala actitud o enfermedad?
Como Programador Neuro-Lingüístico mi trabajo es cambiar dicho programa o desbaratarlo y ubicarlo donde debe estar o mejorarlo. Dicen que para que usted o yo seamos alcohólicos, tenemos mayor probabilidad si nuestros padres lo fueron, cualquiera de ellos, yo niego eso porque el cuerpo humano es una maquina sorprendente, sin fallas y si detecta algo fuera de lo normal simplemente lo corrige.
Claro que eso no incluye drogas ingeridas en el proceso de embarazo. Ahora, lo que si puede pasar es que si usted o yo somos borrachos, mis hijos pueden sacar algo parecido en actitud y esta se puede cambiar, al menos no creo que por ser hijo de alcohólico, yo nazca con gen de alcohólico. En todo caso, no me he topado con borrachos que me digan que nacieron así.
Yo no creo que aunque el padre haya dejado de beber antes de engendrarlo, tiene que nacer el hijo alcohólico sólo por el hecho de que el padre bebió. También puede pasar que el niño que de muy pequeño ve a su padre beber y lo ve que se divierte y también que llora o que se ríe, todo eso el niño asocia en una experiencia que después le origina una sensación y que sólo se necesita de un pretexto como para anclarlo, el resultado es un alcohólico juvenil, Ahora todo tiene solución sólo se necesita querer el cambio, para no caer en el alcoholismo.
¿El alcoholismo es una decisión?
El alcoholismo es un tema profundamente complejo que ha sido debatido durante décadas. Muchas personas se preguntan si se trata de una decisión personal, un problema de salud o una combinación de ambos factores. Comprender cómo alguien llega a ser alcohólico y reconocer los primeros síntomas puede ayudar a abordar este problema de manera efectiva.
Primero, es importante reflexionar sobre si el alcoholismo es una decisión. En sus etapas iniciales, el consumo de alcohol suele ser una elección. Las personas deciden beber por diversas razones: socializar, relajarse o evadir problemas personales.
Sin embargo, esa decisión inicial no necesariamente implica que alguien terminará siendo alcohólico. Existen factores biológicos, psicológicos y sociales que influyen significativamente en el desarrollo de una adicción. Algunos estudios sugieren que ciertas personas tienen una predisposición genética al alcoholismo.
Esto significa que, aunque puedan empezar bebiendo de forma ocasional, tienen un mayor riesgo de perder el control sobre su consumo con el tiempo. Por otro lado, el entorno social también juega un papel crucial. Vivir en un ambiente donde el consumo de alcohol es aceptado o incluso promovido puede normalizar comportamientos que, en otro contexto, serían vistos como preocupantes.
Es aquí donde la influencia de amigos, familiares y la cultura en general puede impactar profundamente en la relación de una persona con el alcohol. Si bien la primera copa puede ser una elección, las dinámicas que rodean el consumo pueden hacer que este hábito se vuelva difícil de controlar.
Para un alcohólico la dependencia
Para ser considerado alcohólico, no basta con consumir alcohol regularmente. Es necesario que exista una dependencia tanto física como emocional hacia la sustancia. La dependencia física se manifiesta cuando el cuerpo se acostumbra al alcohol y lo requiere para funcionar con normalidad.
Esto puede incluir síntomas como temblores, sudoración excesiva y ansiedad si la persona no consume alcohol durante un período de tiempo. Por su parte, la dependencia emocional se refleja en el uso del alcohol como un mecanismo para lidiar con el estrés, la tristeza o el aburrimiento.
Cuando alguien empieza a depender del alcohol para afrontar cualquier tipo de situación emocional, se encuentra en un territorio peligroso que puede evolucionar hacia una adicción. Uno de los aspectos más alarmantes del alcoholismo es lo insidioso que puede ser en sus primeras etapas.
Los primeros síntomas suelen ser sutiles y pueden pasar desapercibidos tanto para la persona afectada como para quienes la rodean. Por ejemplo, un signo temprano puede ser la incapacidad de limitar la cantidad de alcohol que se consume.
Una persona que planeaba tomar solo una o dos copas puede terminar bebiendo en exceso sin darse cuenta. Este comportamiento puede estar acompañado de excusas para justificar el consumo excesivo, como el estrés laboral o problemas familiares.
La tolerancia como síntoma
Otro síntoma temprano es la tolerancia al alcohol. Esto ocurre cuando el cuerpo se adapta al consumo frecuente, lo que lleva a la necesidad de beber más para sentir los mismos efectos. Aunque esto puede parecer inofensivo al principio, es un indicio de que el cuerpo está desarrollando una dependencia.
La tolerancia es especialmente peligrosa porque fomenta un consumo mayor, lo que incrementa el riesgo de daño físico y emocional. Además, los cambios en el comportamiento son un indicador importante. Una persona que comienza a priorizar el alcohol sobre otras actividades puede estar mostrando señales de un problema.
Por ejemplo, puede evitar compromisos sociales donde no se sirva alcohol o preferir quedarse en casa bebiendo en lugar de participar en actividades que solía disfrutar. Estos cambios suelen estar acompañados de irritabilidad o mal humor cuando no se tiene acceso al alcohol.
El impacto del alcoholismo no se limita al consumo en sí. Las consecuencias físicas y mentales también forman parte del problema. En términos físicos, el abuso prolongado de alcohol puede provocar daños en órganos vitales como el hígado, el corazón y el cerebro.
A largo plazo, las enfermedades hepáticas, como la cirrosis, son comunes entre quienes luchan con el alcoholismo. También puede haber problemas de memoria y dificultades para concentrarse, que empeoran a medida que el consumo continúa.
El alcoholismo la vergüenza y la culpa
Desde el punto de vista emocional, el alcoholismo puede llevar a un ciclo destructivo de vergüenza y culpa. Las personas que reconocen que están perdiendo el control sobre su consumo a menudo se sienten atrapadas. En lugar de buscar ayuda, pueden recurrir a más alcohol para adormecer esos sentimientos, lo que perpetúa la adicción.
Este ciclo puede resultar en el aislamiento de amigos y familiares, agravando aún más la situación. Romper este ciclo requiere reconocer el problema y buscar ayuda. Sin embargo, admitir que se tiene un problema con el alcohol no es fácil.
Muchas personas niegan que su consumo sea excesivo, incluso cuando enfrentan consecuencias negativas. Este mecanismo de negación puede ser una barrera significativa para buscar tratamiento. Por ello, la educación y el apoyo de quienes rodean a la persona son esenciales para que reconozca la gravedad de la situación.
Es importante destacar que el alcoholismo no discrimina. Puede afectar a personas de todas las edades, géneros y niveles socioeconómicos. Por esta razón, los esfuerzos para prevenir y tratar el alcoholismo deben ser inclusivos y adaptados a las necesidades individuales.
Programas de prevención que fomenten un consumo responsable y la promoción de estilos de vida saludables pueden marcar una diferencia significativa, especialmente entre los jóvenes. Reconocer los primeros síntomas y actuar a tiempo puede evitar que una situación de riesgo se convierta en una adicción.
Los factores que encierran el alcoholismo
Hablar abiertamente sobre el impacto del alcohol y las razones detrás de su consumo puede ayudar a reducir el estigma asociado con el alcoholismo. Al crear un entorno donde las personas se sientan seguras para hablar de sus luchas, se abre la puerta a soluciones y tratamientos efectivos.
El alcoholismo es, en última instancia, una combinación de factores personales y externos. Si bien la decisión inicial de beber puede ser voluntaria, la transición hacia una adicción está influida por muchos elementos que están fuera del control de la persona.
Reconocer esta realidad es el primer paso hacia la empatía y el entendimiento. Cada historia de alcoholismo es única, pero todas tienen en común la necesidad de apoyo, comprensión y acceso a recursos que permitan la recuperación.
La lucha contra el alcoholismo no es fácil, pero es posible. Con la ayuda adecuada y un compromiso personal, las personas pueden superar su dependencia y recuperar el control de sus vidas. Esto no solo beneficia a quienes luchan contra la adicción, sino también a sus familias y comunidades, creando un impacto positivo en la sociedad en general.