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Buenas preguntas dan buenas respuestas. Pues es verdad que cuando hay buenas preguntas dan buenas respuestas. En toda reunión ya sea entre amigos, compañeros de trabajo o simplemente entre desconocidos, siempre habrá preguntas que se espera que haya una respuesta, ¿Pero qué pasa cuando la pregunta no es adecuada, es absurda o en peor de los casos es estúpida?
Suceden muchas cosas que en mayor de los casos lo que causa es algo imprevisto y nunca lo que se espera. Si en una reunión hay personas por decir profesionales en leyes y da el caso que una no lo es, por lo general sucede que ellos siempre cogen temas que es de su profesión y todo lo que sea relevante al tema.
Pero, ¿Qué pasa si la persona que no es parte de la conversa y me refiero, al tema en el que todos participan menos el que no sabe de lo que hablan? La verdad es que va a quedar mal porque ellos le va a responder lo que exactamente usted ha preguntado, que en mayor de los casos es una respuesta que usted no esperaba.
Buenas preguntas dan buenas respuestas y eso es un hecho. Puede suceder cuando se está conversando en grupo y alguien, llega y sin esperar para cerciorarse de lo que están hablando, lanza una pregunta tonta y la respuesta que recibe es por demás chistosa, claro que eso depende en qué estado emocional esté.
Buenas preguntas dan buenas respuestas en todo
Lleva al caso que hay una respuesta de ese tipo y que para el colmo, no está preparado para escuchar, la primera reacción que va a tener es sentirse mal, y si no tiene materia para reponerse rápido, puede quedar anclado. Esto pasa en casi todos los casos salvo que haya el respeto pertinente.
Lo más práctico en estos casos es observar y escuchar bien de qué es lo que hablan y aun así, debe conocer a sus oyentes antes de hablar para hacer una pregunta. También hay otra opción la cual se compone de simplemente escuchar pero con atención, en especial si está con personas que saben mucho más que usted.
Me he topado con personas en las cuales para ellos hablar tonterías es de lo más normal, ahora si a usted se le ocurre hacer una pregunta de lo más normal, por la cual espera una respuesta idónea pero lo que recibe es una respuesta mestiza, es decir, recibe la respuesta de podría ser pero a la manera o punto de vista del que se lo dice.
Con ese tipo de respuesta se consigue una risotada de todos los que están en el grupo incluso de la misma persona que hizo la pregunta. El punto está en que forma hace la pregunta y en qué sentido, porque eso es lo que entiende el que responde. Ahora es muy diferente si usted hace una pregunta directa y con el conocimiento de qué es lo que está preguntando.
De esa forma el que quiera pasar de chistoso dándole una respuesta media chueca, no va a poder porque para que lo pueda hacer esa persona necesita de las herramientas, que en este caso viene a ser que se dé cuenta de que usted no está seguro de lo que pregunta, por lo cual descarga toda su frustración personal en una respuesta que él sabe que a todos les va a causar risa la respuesta pero a costillas suya. Con esto ya sabe que buenas preguntas dan buenas respuestas.
¿Por qué hay personas que se complican en todo?
Hay personas que parecen complicarse en todo, y entender por qué ocurre esto puede ser un desafío fascinante. A menudo, la complicación excesiva no es una característica innata, sino un reflejo de varios factores que afectan su manera de pensar, organizarse y comunicarse.
Uno de los factores más comunes es la falta de claridad en sus propios pensamientos. Cuando alguien tiene demasiadas ideas en la mente, pero no las organiza adecuadamente, el resultado es un patrón de pensamiento caótico que se traduce en acciones y palabras confusas.
Esto puede dificultarles formular preguntas claras o encontrar soluciones simples a problemas cotidianos. La desorganización, aunque no siempre está presente, puede ser un factor importante en estas situaciones. Una persona desorganizada no solo tiene dificultad para ordenar su entorno físico, sino también su estructura mental.
La desorganización mental puede llevar a una falta de enfoque, lo que hace que tareas simples parezcan mucho más complicadas de lo que realmente son. Además, si esta falta de estructura se combina con el hábito de procrastinar, la sensación de caos y dificultad puede aumentar, ya que las tareas se acumulan y parecen más abrumadoras.
Otro aspecto importante es el perfeccionismo. Aunque podría parecer contradictorio, las personas perfeccionistas a menudo tienden a complicarse más de lo necesario. Esto ocurre porque buscan hacer todo de manera impecable, lo que las lleva a analizar cada detalle, sobrepensar las decisiones y preocuparse por cosas que otros considerarían irrelevantes.
Las soluciones rápidas y prácticas
El perfeccionismo puede convertirse en un obstáculo para la simplicidad, ya que estas personas rara vez están satisfechas con las soluciones rápidas o prácticas. La inseguridad también juega un papel crucial en este comportamiento.
Cuando alguien no confía en sus propias decisiones o habilidades, tiende a cuestionarse constantemente. Este auto-cuestionamiento puede llevar a una parálisis por análisis, en la que la persona se queda atrapada en un ciclo de dudas e indecisión.
Como resultado, incluso las tareas más simples pueden parecer complejas o intimidantes. En este contexto, la inseguridad se convierte en un peso que limita su capacidad para actuar de manera eficiente y directa. Otro factor que contribuye a la complicación innecesaria es la falta de habilidades de comunicación.
Algunas personas no tienen las herramientas para expresar sus pensamientos de manera clara y concisa. Esto se puede deber a una falta de práctica, a la influencia de un entorno donde no se valoraba la comunicación efectiva o incluso a un miedo al juicio de los demás.
En lugar de hacer preguntas simples y directas, estas personas pueden dar rodeos, agregar detalles irrelevantes o formular preguntas que no tienen un propósito claro, lo que dificulta la comprensión. La sobrecarga de información también puede ser un motivo por el cual algunas personas se complican más de lo necesario.
Opiniones y perspectivas generan confusión
En la era de la información, estar constantemente expuesto a datos, opiniones y perspectivas puede generar confusión. La incapacidad para filtrar lo relevante de lo irrelevante puede llevar a la acumulación de ideas contradictorias, lo que hace que cualquier decisión o pregunta se sienta más complicada de lo que debería ser.
Este problema se agrava cuando la persona no sabe cómo priorizar o establecer jerarquías en la información. El miedo al fracaso es otra razón por la que algunas personas se complican tanto. Este miedo puede hacer que analicen todas las posibles consecuencias negativas de una decisión antes de actuar, lo que a menudo les impide avanzar.
Este comportamiento es particularmente común en personas que han experimentado críticas severas o fracasos significativos en el pasado, ya que estas experiencias pueden aumentar su ansiedad y su necesidad de evitar errores a toda costa.
La falta de experiencia también puede ser un factor determinante. Cuando alguien enfrenta una situación nueva o desconocida, es natural que se sienta abrumado. Sin un marco de referencia claro, estas personas pueden tener dificultades para simplificar las tareas o para entender qué es lo más importante en un momento dado.
En estos casos, la complicación surge más de la falta de confianza y conocimiento que de una tendencia innata al desorden. Además, la presión social puede influir en este comportamiento. En algunos entornos, se valora la complejidad como una señal de inteligencia o competencia.
La complejidad excesiva
Esto puede llevar a las personas a complicarse innecesariamente para demostrar su valor o para evitar ser vistas como demasiado simples o superficiales. Sin embargo, este enfoque suele ser contraproducente, ya que la complejidad excesiva puede dificultar la comunicación y la colaboración.
Finalmente, la falta de habilidades para la resolución de problemas puede hacer que las personas se compliquen más de lo necesario. Resolver problemas de manera eficiente requiere identificar la causa raíz del problema, evaluar las opciones disponibles y tomar decisiones rápidas y efectivas.
Si alguien carece de estas habilidades, es probable que se quede atrapado en los detalles o que pierda tiempo en soluciones que no abordan el problema principal. A pesar de estas posibles explicaciones, no todas las personas que se complican en todo lo hacen por las mismas razones.
Cada individuo tiene su propio conjunto de experiencias, creencias y desafíos que influyen en su comportamiento. Lo que es importante es reconocer que la tendencia a complicarse no es necesariamente una característica fija, sino algo que puede cambiar con el tiempo y el esfuerzo. Con autoconciencia, práctica y el apoyo adecuado, es posible aprender a simplificar tanto el pensamiento como las acciones.
Para quienes tienden a complicarse, un buen punto de partida es trabajar en la claridad mental. Esto implica tomarse el tiempo para organizar las ideas antes de actuar o de comunicarse. Técnicas como hacer listas, establecer prioridades o practicar la escritura pueden ser útiles para ordenar los pensamientos y reducir la sensación de caos.
La importancia de enfocarse
También es útil desarrollar la capacidad de identificar lo esencial en cualquier situación, eliminando distracciones y enfocándose en lo que realmente importa. La práctica de la empatía hacia uno mismo también puede ser un paso importante.
Muchas personas que se complican tienen expectativas poco realistas de sí mismas, lo que aumenta su estrés y su tendencia a sobreanalizar. Aprender a aceptar los errores como parte del proceso y a valorarse independientemente de los resultados puede ayudarles a actuar con más confianza y claridad.
En cuanto a las preguntas incoherentes, estas suelen ser el resultado de una combinación de los factores mencionados. Para mejorar en este aspecto, es útil practicar la formulación de preguntas de manera deliberada. Antes de hacer una pregunta, es importante reflexionar sobre lo que se quiere saber y asegurarse de que la pregunta sea específica y directa.
Este simple hábito puede mejorar significativamente la comunicación y reducir la frustración tanto para quien hace la pregunta como para quien la recibe. En última instancia, complicarse en todo no es una sentencia permanente.
Con paciencia, reflexión y el deseo de mejorar, cualquier persona puede aprender a simplificar su vida y a comunicarse de manera más efectiva. El cambio comienza con la voluntad de cuestionar los propios patrones de pensamiento y de buscar nuevas maneras de abordar los desafíos. A medida que se desarrollan estas habilidades, la vida no solo se vuelve más manejable, sino también más satisfactoria y equilibrada.
Hola,
Y qué tipo de preguntas son las que uno debe hacer ?
Aunque eso dependerá de lo que se quiera averiguar…
Me refiero a las que tienen que ver con los objetivos que yo quiero conseguir.
Augusto
Hola Augusto, pienso que está por demás lo que preguntas puesto que es porque te basas en lo que escribo, ahora una pregunta tonta sería y como ejemplo, lo que acabas de hacer, si esa pregunta, que se supone que si alguien pregunta cosas que no tienen sentido, desde luego que es una pregunta que no es buena, ¿Por qué? Porque simplemente te respondería, «Lo que debes hacer es una buena pregunta» que desde ya está por sentado que debe ser de acuerdo a lo que quieras saber, ¿No lo crees? Al menos si quieres saber algo que no está en el plan de un comentario, desde luego que ya es una mala pregunta, pero si es en el plan de una consulta, eso ya es otra cosa.
Gracias por el comentario
Roberto Sanahuano
Programador Neuro-Lingüista
Terapias cambios personales