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El alcohólico y sus pensamientos. Por experiencia propia sé lo que piensa el alcohólico. Hace más de 26 años y creo que un poco más, tuve la mala pasada de pasar por la experiencia de ser un alcohólico, bueno eso creo que fui, al menos tomé de 5 a 6 días a la semana por año y medio.
El caso es que mi justificación era que supuestamente no sentía que era correspondido, por el supuesto «Amor» de mi supuesta vida. Por más que yo trataba de entender la situación en la que me encontraba, terminaba por repetir lo mismo y eso era «Llamarle la atención de ella para que me atendiera».
Ahora, ¿Cómo lo hacía? De la forma más fácil y cobarde que encontraba, claro que en ese momento no lo veía así, pero era la mejor forma que encontré en mi escasa experiencia, la forma era beber, libar o tomar igual es el mismo daño.
El alcohólico y sus pensamientos
Pero en vista que no recibía atención yo seguía en el mismo proceso, sin darme cuenta que cada vez era peor, claro que nunca dejé de trabajar, es más yo era propietario de una pequeña fábrica de ropa interior.
En la cual trabajaban en buena época, hasta 24 empleados, no 25 porque en ese año era permitido el sindicato con 25 más 1, claro que las cosas han cambiado pero igual para que se den cuenta, no era por dinero.
Muchos se tiran a la bebida por la escasez de dinero y en su desdicha se refugian en el licor. Ese no era mi caso, lo mío era sólo por desamor. Cada vez que iba de compras lo primero que hacía era buscar la botella más barata y no, por avaro sino que quería que me haga daño del todo.
De una vez por todas que se termine y ya, pero cosa rara, el maldito licor se las ingeniaba para mantenerme ok para el día siguiente. Cuantas veces prometí no volver a beber, ni me acuerdo las veces que hice la promesa pero si fueron muchas.
La gota que derramó el vaso de licor fue cuando en una discusión con ella, casi le hago verdadero daño y me refiero a tragedia, fue grave la cosa, que no sé de donde me vino una especie de luz cuando iba a dar el toque final, fue increíble, fue como que empecé a ver las cosas con claridad.
Entonces cogí la cosita que tenía empuñada en mi mano y la solté, lo único que alcancé a decir en ese momento fue «Te das cuenta hasta donde hemos llegado ¿Hasta dónde piensas llegar?» desde ahí empecé mi labor de control.
El alcoholismo tiene solución
No fue fácil, es más creo que muy difícil, pero si me demoré unos dos años, fue lento pero lo hice, ahora ni siquiera lo miro y no tengo el miedo de caer. Algo que quiero sentar bien en esto, claro que voy a seguir escribiendo del tema pero de diferentes puntos.
El caso es que el método que utilicé fue el repetir una frase de diferentes formas, que tenía relación con el dejar de beber, pero sé que no funciona en todos por igual. El tiempo ha pasado y ahora que tengo una profesión que soluciona estos problemas, es que me he dado cuenta en donde es que tuve el error.
Ahora mi querido amigo ya sabe cómo funciona una persona como en mi caso, ¿Qué espera para tomar acción? Póngase a meditar y reflexione, pero para que lo haga lea primero los dos artículos anteriores y después haga las preguntas en los comentarios, o simplemente exponga su caso para que otras personas puedan saber, cómo es que usted funciona o como es el alcohólico y sus pensamientos.
¿El alcohólico nace o se crea?
sencilla, ya que el desarrollo del alcoholismo es un fenómeno complejo que involucra tanto factores genéticos como ambientales. La adicción al alcohol no surge de la noche a la mañana; es el resultado de una combinación de predisposiciones biológicas, experiencias personales y factores sociales que, en conjunto, determinan si una persona puede volverse dependiente del alcohol.
En primer lugar, hay evidencia que sugiere una predisposición genética al alcoholismo. Estudios realizados en gemelos y en familias indican que el riesgo de desarrollar una dependencia al alcohol es mayor en aquellos que tienen antecedentes familiares de alcoholismo.
Se ha estimado que la genética podría influir en un 50% en la probabilidad de que una persona se convierta en alcohólica. Esto no significa que una persona que tiene antecedentes familiares de alcoholismo esté condenada a desarrollar el trastorno, pero sí tiene un mayor riesgo en comparación con alguien que no tiene esa predisposición genética.
Los genes que influyen en el alcoholismo están relacionados con la forma en que el cuerpo procesa el alcohol y cómo responde el cerebro a sus efectos. Algunas personas tienen variaciones genéticas que hacen que el alcohol se descomponga más lentamente, lo que resulta en niveles más altos de alcohol en el sistema por períodos más largos, aumentando así los efectos placenteros que el alcohol produce.
Otras variaciones genéticas pueden influir en la forma en que los neurotransmisores en el cerebro responden al consumo de alcohol, lo que puede hacer que ciertas personas experimenten un mayor alivio del estrés o una mayor sensación de euforia al beber, llevándolos a desarrollar una dependencia.
El alcoholismo y el medio en que está
Sin embargo, aunque la genética puede jugar un papel significativo, el entorno en el que una persona crece también tiene un impacto importante. Las experiencias de vida, las influencias sociales y la cultura del entorno son factores determinantes en el desarrollo del alcoholismo.
Por ejemplo, alguien que crece en un hogar donde el consumo excesivo de alcohol es común puede normalizar este comportamiento y ser más propenso a beber en exceso. Además, factores como el estrés, la presión social y la exposición a eventos traumáticos pueden llevar a las personas a buscar consuelo en el alcohol.
El consumo de alcohol suele comenzar como un comportamiento social, donde beber en reuniones o celebraciones es visto como algo normal y aceptable. Para muchas personas, el consumo ocasional de alcohol no presenta problemas, pero para algunas, esta conducta social puede convertirse en un hábito peligroso.
La línea entre el consumo social y el consumo problemático es a menudo difusa, y lo que comienza como una forma de relajarse o encajar con amigos puede transformarse en una necesidad constante.
Cuando una persona empieza a depender del alcohol para lidiar con el estrés, la ansiedad o las dificultades emocionales, es cuando se corre el riesgo de caer en el alcoholismo. Uno de los aspectos más desafiantes del alcoholismo es la forma en que el alcohol interactúa con el cerebro.
El alcohol afecta los niveles de dopamina, un neurotransmisor asociado con la sensación de placer y recompensa. Cada vez que una persona consume alcohol y experimenta sensaciones placenteras, el cerebro comienza a asociar la bebida con una fuente de bienestar.
La dependencia física y emocional
Con el tiempo, el cerebro de un alcohólico se adapta a estos niveles elevados de dopamina, lo que lleva a una dependencia física y emocional del alcohol para sentirse bien. Esto puede explicar por qué algunas personas no pueden dejar de beber, ya que su cerebro literalmente se ha reprogramado para depender del alcohol como una fuente de placer.
Además, a medida que una persona consume más alcohol, desarrolla tolerancia, lo que significa que necesita beber cantidades cada vez mayores para alcanzar los mismos efectos. Este ciclo de aumento en el consumo puede llevar rápidamente a la adicción.
Para algunas personas, la dependencia se vuelve tan fuerte que su vida gira en torno al alcohol; el simple pensamiento de dejar de beber puede provocar una ansiedad extrema, lo que los impulsa a continuar consumiendo para evitar el malestar que sienten al intentar abstenerse.
Otro factor que contribuye al alcoholismo es el papel de las emociones y la salud mental. Muchas personas que sufren de ansiedad, depresión o traumas no resueltos utilizan el alcohol como un medio para anestesiar su dolor emocional.
Beber puede proporcionar un alivio temporal a sus problemas, pero a largo plazo, solo agrava la situación. El alcohol, siendo un depresor del sistema nervioso central, puede empeorar los síntomas de la depresión y la ansiedad, lo que lleva a un círculo vicioso donde la persona bebe para sentirse mejor, pero el resultado final es que se siente peor, aumentando su dependencia del alcohol para sobrellevar la situación.
Las personas que no pueden dejar de beber también enfrentan barreras psicológicas y sociales que complican aún más su recuperación. La adicción al alcohol no es simplemente un problema de falta de voluntad; es un trastorno que afecta tanto al cerebro como al comportamiento.
El estigma social asociado con el alcoholismo puede impedir que las personas busquen ayuda, ya que temen ser juzgadas o rechazadas por los demás. Además, muchas personas que luchan con el alcoholismo pueden sentirse atrapadas por la vergüenza y la culpa, lo que les impide reconocer que tienen un problema y tomar medidas para abordarlo.
La dependencia al alcohol también puede verse reforzada por el entorno social. Si el círculo social de una persona está compuesto principalmente por personas que beben, es más difícil para ella alejarse del alcohol.
El temor a perder amistades o ser excluido de eventos sociales puede ser un obstáculo significativo para aquellos que intentan dejar de beber. En estos casos, el apoyo social y familiar juega un papel fundamental en el proceso de recuperación.
Las personas con un fuerte sistema de apoyo tienen más probabilidades de superar su adicción en comparación con aquellas que se sienten solas y aisladas. Por último, es importante considerar que el tratamiento del alcoholismo no es un proceso lineal ni sencillo.
Dejar de beber implica no solo la desintoxicación física, sino también un profundo trabajo emocional y psicológico para abordar las causas subyacentes de la adicción. La recuperación suele requerir un enfoque multifacético que puede incluir terapia, grupos de apoyo, cambios en el estilo de vida y, en algunos casos, medicamentos para ayudar a manejar los síntomas de abstinencia. La voluntad y el compromiso del individuo son cruciales, pero el entorno de apoyo y las intervenciones terapéuticas adecuadas son igualmente importantes.
En conclusión
El alcoholismo es una condición compleja que resulta de la interacción entre factores genéticos, ambientales, emocionales y sociales. No se puede decir que una persona nace alcohólica, pero algunas personas pueden tener una predisposición que, en combinación con ciertas experiencias de vida, las hace más vulnerables a desarrollar una dependencia al alcohol.
El hecho de que algunas personas no puedan dejar de beber se debe a una combinación de factores que van desde la dependencia física y los cambios en el cerebro hasta la necesidad de escapar de problemas emocionales y la influencia de su entorno social. Comprender estas dinámicas es esencial para poder abordar el problema de manera efectiva y brindar el apoyo necesario a quienes luchan con esta adicción.