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El delincuente no es culpable. Para muchos tal vez les parecerá raro pero el delincuente no es el culpable y claro, como siempre la pregunta que en este caso es bienvenida, ¿Cómo o por qué no es culpable si es delincuente? Bueno, en eso no me voy apartar que ha delinquido pero, ¿Acaso saben todos los motivos por los cuales este señor es delincuente?
Pienso que nadie se ha metido en sus zapatos y con esto, no quiero decir que estoy de acuerdo con la delincuencia ya que he sido víctima en otros tiempos, claro que eso fue cuando no sabía la máxima que es santo remedio, pero ese es otro tema. Si usted abre un diario, periódico, sintoniza en una emisora de radio o las noticias en un televisor…
Se dará cuenta de cuáles son los avances de noticias, o lo que sale en primera plana de los diarios, ¿Acaso no es la crónica roja lo que llama la atención? Lamentablemente estamos rodeados de escándalo, miedo, alteraciones emocionales y todo porque a casi nadie les interesa solucionar los problemas que atañen a las personas que deciden delinquir.
Recuerden que usted no va a encontrar en noticias de que el vecino ayudó a cruzar la calle a una anciana, porque no es escándalo pero si encontraría si dicho vecino le cae a golpes y de ser posible en primera plana. Ahora, ¿Tienen idea de quién es el culpable en realidad de la delincuencia? Pues amigo lector el único culpable es el medio.
El delincuente no es culpable
Si señores-as el culpable en esto es el medio en el que se desenvuelve. Si usted empieza una amistad con un grupo de personas en el cual lo usual es que todos fuman, lo normal es que usted que no fuma se aleje porque no le conviene por muchas razones el estar ahí pero, usted decide por conservar la amistad quedarse, ¿Qué creen que pasaría?
Como ustedes ven el asunto tiene una solución pero toma la que le conviene, porque en esos momentos fue una decisión que valía la pena. Ahora, como una persona en la que se le ha negado una educación de primera porque los medios económicos no le daban, en el medio en que vive está basado en cómo vivir sin que alguien lo desviva a él.
Como ya se dio cuenta, todo se basa en el temor que nos lo infunde por cualquier medio. Ningún medio se preocupa en dar programas de educación de cómo hacer para… ¿Saben que esto es contagioso? Porque lo malo se pega con mucha velocidad justamente por emocional. A nadie le interesa y hablo de las autoridades que son las que dirigen a un pueblo…
Por la que ellos viven claro que en supuesto, no les interesa porque de esa forma no habría pretexto para comprar armas para la policía, los cuales ya no se necesitaría en volumen de personal si las personas tienen en que ocupar su mente productiva y no delinquir. La solución es puramente cuestión de ubicar las cosas en su lugar.
Demasiada pobreza, poca educación, nada de enseñanza de auto estima y desarrollo personal y para rematar, que creo que es lo peor, es tratar de sólo tener al pueblo a la zozobra con el miedo a la misma delincuencia.
¿Es posible que una persona muy pobre sea delincuente?
La relación entre la pobreza y la delincuencia ha sido un tema ampliamente debatido por sociólogos, psicólogos y economistas durante muchos años. A menudo se asume que las personas que viven en condiciones de pobreza extrema tienen una mayor propensión a cometer actos delictivos, pero esta suposición simplista no toma en cuenta los factores complejos que influyen en el comportamiento humano.
Si bien es cierto que la pobreza puede crear condiciones que aumenten el riesgo de actividades delictivas, no es correcto afirmar que ser pobre lleve automáticamente a una persona a convertirse en delincuente.
Para entender esta relación, es necesario explorar los diversos factores sociales, económicos y familiares que contribuyen a este fenómeno. En primer lugar, la pobreza en sí misma no convierte a una persona en delincuente.
Existen millones de personas en todo el mundo que, a pesar de vivir en situaciones de extrema pobreza, eligen no involucrarse en actividades criminales. Esto indica que hay otros factores en juego que determinan si una persona opta por el camino de la delincuencia.
Sin embargo, la pobreza genera condiciones de vida que propician un entorno en el que las personas ven el crimen como una alternativa viable, especialmente cuando los recursos para sobrevivir son escasos y las oportunidades de mejorar la situación económica son limitadas.
Las personas que viven en pobreza extrema a menudo enfrentan una falta de acceso a educación de calidad, atención médica adecuada, vivienda digna y oportunidades laborales, lo que puede llevarlas a sentir que no tienen otra opción más que recurrir a actividades ilícitas para satisfacer sus necesidades básicas. Uno de los factores más influyentes es la falta de acceso a una educación de calidad.
La educación es un factor clave para el desarrollo de habilidades sociales, emocionales y cognitivas que permiten a las personas integrarse de manera productiva en la sociedad. Cuando los individuos crecen en entornos donde la educación es deficiente o inexistente, es más probable que carezcan de las habilidades necesarias para conseguir empleos bien remunerados.
Esto, a su vez, puede llevarlos a buscar formas alternativas de obtener ingresos, algunas de las cuales pueden ser ilegales. Además, la falta de educación también puede limitar la capacidad de las personas para entender las consecuencias legales y morales de sus acciones, lo que aumenta la probabilidad de que se involucren en comportamientos delictivos.
Otro factor importante es el entorno familiar y comunitario en el que una persona crece. Aunque es tentador culpar a los padres por la conducta delictiva de sus hijos, la realidad es mucho más compleja.
Si bien la educación que se recibe en el hogar juega un papel crucial en la formación de valores y comportamientos, los padres que viven en situaciones de pobreza extrema pueden enfrentar dificultades significativas para proporcionar un ambiente de apoyo y guía adecuada.
La falta de recursos, el estrés constante por la supervivencia diaria y la exposición a entornos violentos pueden influir en la capacidad de los padres para educar a sus hijos de manera efectiva. Además, los jóvenes que crecen en comunidades donde el crimen es común pueden internalizar estas conductas como algo normal o incluso necesario para sobrevivir, lo que perpetúa un ciclo de delincuencia que es difícil de romper.
El delincuente y la falta de recursos y oportunidades
El entorno social también juega un papel significativo en la formación del comportamiento delictivo. En áreas donde la pobreza es generalizada, la falta de recursos y oportunidades lleva a la formación de subculturas que valoran la delincuencia como un medio de subsistencia o como una forma de obtener estatus social.
Por ejemplo, en barrios marginales o comunidades con altas tasas de criminalidad, los jóvenes a menudo se sienten atraídos hacia pandillas u organizaciones criminales que les ofrecen un sentido de pertenencia, protección y, en algunos casos, ingresos económicos.
Estas organizaciones pueden proporcionar una identidad y un propósito que los jóvenes no encuentran en su entorno familiar o educativo, lo que puede llevarlos a involucrarse en actividades delictivas.
La desesperanza y la falta de expectativas de una vida mejor también pueden contribuir al comportamiento delictivo. Las personas que crecen en entornos donde parece que no hay escapatoria de la pobreza pueden sentir que no tienen nada que perder.
Esta sensación de desesperanza puede llevar a una actitud de riesgo hacia la vida y la ley, donde las consecuencias de las acciones ilegales son vistas como un costo aceptable frente a la posibilidad de obtener algún tipo de ganancia, ya sea económica o social.
Además, en un entorno donde las instituciones gubernamentales son percibidas como ineficaces o corruptas, el respeto por la ley puede disminuir, lo que a su vez facilita la justificación de actos delictivos como una forma de nivelar las desigualdades percibidas.
Sin embargo, es importante señalar que no todas las personas que crecen en condiciones de pobreza optan por el camino de la delincuencia. La resiliencia, la ética personal y el apoyo social son factores que pueden ayudar a las personas a resistir las presiones que pueden llevar al crimen.
La comunidad o instituciones religiosas
Aquellos que cuentan con un fuerte sistema de apoyo, ya sea a través de la familia, la comunidad o instituciones religiosas, pueden encontrar la fortaleza para enfrentar las dificultades sin recurrir a actividades ilícitas.
Esto demuestra que la pobreza no es un determinante directo del comportamiento delictivo, sino más bien un factor que puede aumentar la vulnerabilidad a este tipo de conductas. Además, no se puede ignorar el papel que juegan las políticas públicas y los sistemas de justicia en la relación entre pobreza y delincuencia.
En muchos casos, los sistemas judiciales y policiales criminalizan de manera desproporcionada a las personas pobres debido a su situación económica. Se enfocan más en delitos menores, como el robo y la posesión de drogas, que a menudo cometen personas en situación de pobreza, mientras que tratan con mayor indulgencia los delitos de cuello blanco, que pueden tener un impacto mucho mayor en la sociedad.
Esta disparidad en la aplicación de la ley puede reforzar la idea de que la sociedad está en contra de los pobres, lo que a su vez puede llevar a una mayor alienación y, en algunos casos, a un aumento de la actividad delictiva.
Es crucial abordar la pobreza desde una perspectiva integral que incluya no solo la mejora de las condiciones materiales, sino también el fortalecimiento de las redes de apoyo social, la educación y el acceso a oportunidades.
Invertir en programas de desarrollo comunitario, educación y rehabilitación puede tener un impacto positivo en la reducción de la delincuencia. En lugar de ver a las personas pobres como propensas a la criminalidad, es fundamental comprender las circunstancias que llevan a estos comportamientos y trabajar para abordar las raíces del problema, no solo los síntomas.
En conclusión
La pobreza puede ser un factor que aumenta la vulnerabilidad a la delincuencia, pero no es la única causa. Es el resultado de una combinación de factores, incluidos la falta de educación, el entorno familiar y comunitario, la desesperanza y la falta de apoyo social.
Para reducir la delincuencia, es esencial abordar estos problemas subyacentes y proporcionar a las personas las herramientas y oportunidades que necesitan para llevar una vida digna y productiva. Esto no solo beneficiará a los individuos, sino también a la sociedad en su conjunto, creando un entorno más justo y equitativo para todos.
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