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El poder del querer es muy diferente del tener. He sido testigo de un sin número de veces, en las ocasiones cuando alguien dice «Tengo que darle» «Tengo que hacer» «Tengo que ir» tengo, tengo, tengo y más tengo ¿Acaso no lo ha escuchado? A su vecino, amigo, hermano incluso a su esposa o padres.
Es fácil darse cuenta cuando lo dicen y más, cuando van acompañado de una comunicación no verbal muy efectiva, por lo general, la expresión de su cara es como que algo le molesta, a veces es casi imperceptible pero si se nota. Ahora ¿Cuál es el punto en esto?
El punto es que cuando lo hacen, cualquier cosa que hagan, es siempre por esfuerzo y como ya saben, el esfuerzo trae cansancio y por lo tanto no hay amor. Hay mucha diferencia en ¿Mi chocolatito… me puedes dar un abrazo y un beso? Como pueden darse cuenta, aquí hay una pregunta donde no debe haber.
El poder del querer
Si alguien pregunta a otra persona si puede hacer algo, es porque hay una posibilidad de que no lo haga, entonces es más seguro que cuando lo haga es porque tuvo que hacerlo, ¿Está claro? En este caso yo escribo este artículo es porque lo quiero hacer y no porque tengo que hacerlo.
En eso es que radica el poder, es cuando usted lo hace como parte suya, entonces hay diversión. Una vez le pregunte a un Importador Cantonés ¿Por qué trabaja hasta los domingos? Muy sorprendido «¿Trabajar…yo? Quién dijo que yo trabajo, si esto para mí es una diversión» me contestó con una sonrisa muy amable.
Como lo interpreto en este caso, pues, que lo hace porque quiere hacerlo y que bien se le nota porque él se hizo importador a 4 años de que se inició y 2 años después de lo que yo me inicié en el mismo trabajo (ver el trabajo no es negocio) en mi caso he crecido muy poco.
Ahora, ¿Por qué he crecido muy poco? Simple, el trabajo que no es un negocio, no es lo que esperaba y lo hago más porque me da dinero que porque quiera hacerlo por lo tanto no hay diversión, aunque lo respeto mucho porque el trabajo es noble.
En resumen, si va hacer algo, hágalo con ganas más porque quiera hacerlo, que porque tenga que hacerlo. Ahora, no espere a que su esposo-a, novia-o o lo que sea, le pregunte, vaya y abráselo y dígale que lo ama. Con el tiempo verá que será recompensada-o porque supo aplicar el poder del querer.
¿El querer hacer algo es lo mismo que tener voluntad?
Querer hacer algo y tener voluntad no son lo mismo, aunque ambos conceptos están relacionados. El querer implica un deseo, una inclinación natural hacia algo que se percibe como atractivo, interesante o necesario. Por otro lado, la voluntad es la fuerza interna que impulsa a una persona a actuar, incluso cuando no tiene ganas, cuando hay obstáculos.
Mientras el querer puede surgir de manera espontánea y estar ligado a las emociones, la voluntad es una capacidad más profunda que se relaciona con el compromiso y la determinación. Cuando alguien quiere hacer algo, normalmente hay una atracción hacia esa actividad.
Puede tratarse de un proyecto que entusiasma, un objetivo personal o simplemente una tarea que despierta curiosidad. Este querer a menudo está motivado por un beneficio percibido, ya sea inmediato o a largo plazo. Sin embargo, el querer por sí solo no garantiza que la persona tome acción.
Muchas veces se queda en una intención, especialmente si aparecen dificultades o si el entusiasmo inicial disminuye. La voluntad entra en juego precisamente cuando el querer no es suficiente. Tener voluntad significa poseer la capacidad de sobreponerse a las dificultades, las excusas o la falta de motivación momentánea.
Es lo que lleva a alguien a levantarse temprano para trabajar en sus objetivos, incluso cuando preferiría quedarse en la cama. La voluntad no depende tanto de un impulso emocional como de una decisión consciente. Es un acto deliberado de la mente y el corazón para seguir adelante, sin importar los desafíos.
La diferencia entre querer y tener voluntad puede observarse claramente en cómo las personas enfrentan sus metas. Alguien que quiere aprender un idioma nuevo puede sentir entusiasmo al inicio, pero si carece de voluntad, probablemente abandonará cuando se enfrente a la dificultad de memorizar vocabulario o entender reglas gramaticales complejas.
La voluntad transforma el querer
Por el contrario, alguien con voluntad mantendrá el esfuerzo, aunque no siempre sienta el deseo inmediato de continuar. La voluntad transforma el querer en acción sostenida, en un compromiso que no depende de las emociones del momento.
No siempre es necesario que algo le guste a una persona para que quiera hacerlo. A veces, el querer surge por una razón externa o por una meta más grande. Por ejemplo, una persona puede querer trabajar horas extras para ganar dinero y lograr un objetivo financiero, aunque no disfrute particularmente de esas horas adicionales.
En este caso, el querer está vinculado al beneficio que se obtendrá, no a la tarea en sí misma. Sin embargo, cuando alguien disfruta lo que hace, el proceso se vuelve más llevadero, y la motivación intrínseca puede reforzar tanto el querer como la voluntad.
Cuando no hay gusto por lo que se hace, la voluntad se convierte en el motor principal. Este es el caso de muchas actividades que son necesarias, pero no necesariamente agradables. Estudiar para un examen, cumplir con obligaciones laborales o mantener una rutina de ejercicio son ejemplos de situaciones en las que la voluntad se convierte en el factor determinante.
La capacidad de actuar incluso cuando no hay un deseo inmediato demuestra una madurez emocional y una comprensión de los beneficios a largo plazo. Para realizar algo solo por querer, es fundamental que haya una conexión emocional o un sentido de propósito detrás de la acción.
Si la persona no encuentra ningún tipo de satisfacción, significado o recompensa, el querer puede desvanecerse rápidamente. Por eso, es útil buscar formas de darle sentido a lo que se hace, incluso si inicialmente parece tedioso o innecesario.
La acción y el beneficio personal
Por ejemplo, alguien que no disfruta cocinar puede querer aprender porque entiende que preparar sus propios alimentos le permitirá tener una dieta más saludable y ahorrar dinero. Este tipo de razonamiento ayuda a conectar la acción con un beneficio personal o externo.
El querer y la voluntad no son mutuamente excluyentes; de hecho, suelen complementarse. El querer puede ser el inicio de una acción, pero la voluntad asegura que esta se mantenga a lo largo del tiempo. De igual manera, la voluntad puede ayudar a convertir una actividad inicialmente indeseable en algo más llevadero o incluso agradable.
Muchas personas descubren que, al perseverar en algo que no les gustaba al principio, desarrollan una apreciación por esa actividad con el tiempo. Es importante distinguir entre querer algo de manera superficial y tener un compromiso real con ello.
Muchas personas dicen que quieren aprender un nuevo talento, mejorar su salud o alcanzar una meta profesional, pero no están dispuestas a invertir el esfuerzo necesario. Esto se debe a que su querer está basado más en un deseo pasajero que en una convicción profunda.
La voluntad, en cambio, requiere un nivel más alto de compromiso y una disposición para enfrentar el esfuerzo que implica lograr algo significativo. A veces, la falta de voluntad se confunde con la falta de querer, pero en realidad son problemas diferentes.
Una persona puede querer profundamente algo, como superar un hábito negativo o alcanzar un sueño, pero carecer de la voluntad para trabajar en ello. Esto puede deberse al miedo al fracaso, la procrastinación o la falta de un plan claro.
La disciplina y la capacidad
Para superar esta barrera, es útil recordar que la voluntad se fortalece con la práctica. Al cumplir con pequeñas tareas que requieren disciplina, se desarrolla una capacidad mayor para enfrentar desafíos más grandes. La voluntad también puede cultivarse al establecer metas claras y dividirlas en pasos manejables.
Cuando una meta parece abrumadora, es fácil que el querer se desvanezca y que la persona se paralice. Sin embargo, al desglosar el objetivo en acciones concretas y alcanzables, se reduce la resistencia interna y aumenta la probabilidad de actuar.
Por ejemplo, en lugar de decir «quiero correr un maratón», una persona podría comenzar con metas pequeñas como correr diez minutos al día, lo que refuerza tanto el querer como la voluntad con el tiempo. Finalmente, para realizar algo por querer, es útil identificar los factores que hacen que esa acción sea atractiva.
Reflexionar sobre las razones detrás del deseo ayuda a reforzar el compromiso. Cuando se comprende por qué algo importa o cómo contribuye al bienestar propio o de otros, el querer adquiere una dimensión más profunda y significativa. Esto no solo facilita el inicio de la acción, sino que también alimenta la voluntad necesaria para perseverar.
En resumen
Querer hacer algo y tener voluntad son conceptos diferentes pero interconectados. El querer representa el deseo inicial que impulsa a actuar, mientras que la voluntad es la fuerza interna que mantiene esa acción a pesar de las dificultades.
Aunque no siempre es necesario que algo nos guste para que queramos hacerlo, encontrar un propósito o significado detrás de la acción puede facilitar el proceso. La clave está en cultivar tanto el querer como la voluntad para construir una vida que refleje nuestras metas y valores.