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En boca cerrada no entra mosca. Mientras más años tengo más aprendo, siempre escuché que en boca cerrada no entra mosca pero nunca pensé que eso era cierto. Pienso que es una forma de cómo no llegar al éxito en la forma en que se desenvuelven ciertas personas.
Hace un tiempo escribí un artículo cuyo nombre es «Para ser popular hay que ser mediocre», pues justamente en ese artículo hay detalles sobre lo que voy a escribir ahora.
Las personas que en el fondo se sienten apartados de la sociedad y me refiero a lo que ellos llaman sociedad, en el cual entran el perro y el gato y unas cuantas cucarachas que a pesar de que no son personajes para nadie, pero para él son personas importantes.
El caso es que como ellos se sienten tan poca cosa, tratan de cualquier forma llamar la atención de los que más cerca está, ¿De qué forma lo hacen? Pues de la manera única que saben hacerlo como es haciendo de una pequeña acción sin importancia, algo que puede causar un terremoto, digno de un experto en ciencia ficción.
Claro que eso tiene su base la cual es que en su cerebro no tienen nada que valga la pena, pero si tienen los chismes del barrio incluso la continuación de los posibles capítulos de las peleas de los vecinos.
En boca cerrada
No voy apartarme de algo razonable por lo tanto él o ella no son los culpables de ser cómo son, es el entorno en el que crecieron y siguen viviendo. Lamentablemente siempre hay esos personajes en cada época de vida de una persona. Quién sabe si tal vez en cada barrio lo haya.
Hay que tener mucho cuidado si se da cuenta que la persona que recién conoce le encanta el cuento y el chisme, porque así como trae también lleva y es muy peligroso porque ni siquiera se da cuenta de lo que puede ocasionar.
Es increíble ver como una persona comenta algo que ni siquiera ha pasado, lo hace con tanto drama al extremo que los que escuchan que muy posible sean igual a él o ella, toman la versión como si fuera con ellos que si hay la oportunidad se arma un posible relajo. En algunas ocasiones he presenciado estos actos y he puesto mis manos para evitar.
Lo que he conseguido es caer mal por no hacerme a ellos los problemáticos, el cual no me ha importado, lo peor de esto es que cuando hay problemas nadie dijo nada, es decir, todos se lavan las manos con el cuento de «Me dijeron…» en este caso hay cura para aquellos que todavía no saben que en boca cerrada no entra mosca.
Lo más sano es retirarse en el momento en que empieza el comentario porque hay una posibilidad de que usted salga embarrado, sin siquiera haber dicho nada. Es preferible que se retire a que quiera corregir ese mal y si no puede evitar, mejor es que se cambie de barrio y cuando lo haga tenga precaución de quién es el que le ofrece su amistad, porque recuerde siempre que en boca cerrada no entra mosca.
¿Por qué a una persona le da por abrir la boca sin medida?
Cuando una persona habla de manera excesiva y sin control, puede deberse a una variedad de razones que van más allá de un simple deseo de comunicarse. Esta tendencia a abrir la boca sin medida, a menudo, no se trata de un intento deliberado de hacer daño, sino de una manifestación de necesidades emocionales o psicológicas subyacentes que, consciente o inconscientemente, buscan ser satisfechas.
Una de las razones más comunes por las cuales alguien podría hablar sin medida es la necesidad de atención. En muchos casos, las personas que sienten que no reciben la atención suficiente de los demás pueden intentar compensarlo hablando en exceso.
Al monopolizar una conversación, estas personas buscan asegurarse de que otros los escuchen y les presten atención. Esto no siempre es un acto consciente; más bien, es una respuesta a una sensación de falta de reconocimiento o importancia en su entorno.
Las palabras se convierten en una herramienta para validar su existencia y para sentirse vistos y escuchados. Además, el hablar en exceso puede estar relacionado con la ansiedad social. Para algunas personas, los silencios en una conversación pueden ser incómodos o incluso aterradores, lo que los lleva a llenar esos vacíos con palabras, sin importar si lo que están diciendo es relevante o no.
Hablar sin medida puede ser una forma de manejar la incomodidad que sienten en situaciones sociales. En lugar de quedarse en silencio, lo que podría interpretarse como desinterés o desaprobación, prefieren hablar constantemente para evitar sentirse fuera de lugar.
Habilidad de escucha
Otro factor que puede contribuir a esta conducta es la falta de habilidades de escucha. En un mundo donde la comunicación rápida y constante es la norma, a veces no se le da suficiente valor a la escucha activa.
Algunas personas están tan enfocadas en lo que quieren decir que no prestan atención a lo que los demás tienen que aportar. Esto puede llevarlos a hablar sin parar, sin darse cuenta de que están monopolizando la conversación.
En este caso, no se trata de una falta de respeto intencionada, sino de una falta de conciencia sobre cómo sus acciones afectan a los demás. El deseo de hablar mucho también puede estar ligado a un sentimiento de inseguridad.
Las personas que dudan de sí mismas o que sienten que no son lo suficientemente interesantes pueden tratar de impresionar a los demás hablando más de lo necesario. Pueden tener la idea equivocada de que para ser aceptados o valorados, deben demostrar su conocimiento o compartir detalles de su vida constantemente.
Este impulso puede llevarlos a hablar sin parar en un esfuerzo por ganar la aprobación de los demás, aunque a veces el efecto sea el opuesto y terminen alejando a quienes los rodean. La falta de filtro en las conversaciones también puede ser un signo de impulsividad, algo que es común en personas con ciertos trastornos como el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad).
Estas personas pueden tener dificultades para controlar sus impulsos, lo que se traduce en hablar sin pensar en las consecuencias. A menudo, no tienen la intención de ser inapropiados o de dominar la conversación; simplemente no pueden frenar la necesidad de expresar lo que les pasa por la mente en ese momento.
El exceso de conversación
Esta falta de control puede llevar a que digan cosas que no deberían, lo que puede ser interpretado por otros como una falta de sensibilidad. El exceso de conversación también puede ser una forma de evitar enfrentarse a ciertos problemas internos.
Algunas personas usan la conversación constante como una distracción para no tener que lidiar con sus pensamientos o emociones incómodas. Hablar sin medida puede ser una forma de evasión, una manera de llenar el espacio para no tener que enfrentar el silencio, que a menudo trae consigo una confrontación con la realidad interna.
En este sentido, hablar mucho puede ser una forma de protegerse de emociones que la persona no quiere o no sabe cómo manejar. Asimismo, hay personas que tienen una necesidad de control en las interacciones sociales.
Al hablar constantemente, intentan dominar la conversación y, por lo tanto, la dirección que toma la interacción. Esto puede ser un mecanismo de defensa para sentirse más seguros en situaciones sociales, especialmente si temen ser criticados o juzgados.
Al tener el control de lo que se dice, pueden evitar temas incómodos o preguntas que no desean responder. Aquí, el hablar en exceso se convierte en una estrategia para manejar la ansiedad y el miedo al juicio de los demás.
La influencia del entorno en el que una persona creció también juega un papel importante en su estilo de comunicación. Alguien que ha vivido en un ambiente donde la comunicación era ruidosa o donde había competencia para ser escuchado puede haber aprendido a hablar en exceso como un medio para asegurarse de que sus opiniones sean tenidas en cuenta. Esta conducta, entonces, es una adaptación a un entorno que, aunque puede haber sido útil en el pasado, no siempre es adecuada en todas las situaciones sociales.
Cuando se está emocionado
Por otro lado, las emociones intensas como el entusiasmo o la pasión por un tema también pueden llevar a alguien a hablar sin medida. Cuando una persona está muy emocionada o interesada en lo que está hablando, puede no darse cuenta de que está monopolizando la conversación.
En estos casos, la intención no es la de excluir a los demás, sino compartir algo que les resulta muy importante o interesante. La pasión y el entusiasmo pueden ser contagiosos, pero también pueden ser abrumadores si no se moderan.
Es importante considerar que hablar en exceso puede tener efectos negativos en las relaciones interpersonales. Las personas que se sienten ignoradas o que no tienen la oportunidad de participar en la conversación pueden sentirse frustradas o desvalorizadas.
Esto puede llevar a una desconexión emocional y a una disminución en la calidad de las interacciones. Por lo tanto, aunque la intención de la persona que habla sin medida no sea la de causar daño, las consecuencias pueden ser perjudiciales para sus relaciones.
Para algunas personas, el hablar en exceso puede ser un hábito aprendido que, con el tiempo, se ha convertido en una segunda naturaleza. No es necesariamente un reflejo de una necesidad emocional, sino simplemente un patrón de comportamiento que no ha sido cuestionado o corregido.
Cambiar este hábito puede requerir un esfuerzo consciente para desarrollar habilidades de comunicación más equilibradas, como escuchar activamente, hacer preguntas abiertas y permitir que los demás participen en la conversación.
Hay varias formas en que una persona puede aprender a manejar mejor sus tendencias a hablar sin medida. El primer paso es la autoconciencia, ser capaz de reconocer cuándo se está hablando demasiado y cuál es la motivación detrás de esa conducta.
En resumen
Practicar la escucha activa y desarrollar un mayor interés en lo que los demás tienen que decir puede ayudar a reducir la necesidad de dominar la conversación. Además, aprender a sentirse cómodo con los silencios y a no interpretarlos como algo negativo es fundamental para mantener un equilibrio en la comunicación.
En algunos casos, puede ser útil recibir retroalimentación de amigos o familiares de confianza para entender cómo nuestras conductas pueden estar afectando a los demás. A veces, simplemente no somos conscientes del impacto que nuestras palabras tienen en los demás, y un enfoque constructivo puede ayudar a mejorar nuestras habilidades de comunicación.
Finalmente, es importante ser compasivos con nosotros mismos y con los demás. Las personas que hablan sin medida no siempre lo hacen con la intención de dañar o abrumar a los demás. A menudo, están lidiando con sus propias inseguridades, ansiedades o necesidades emocionales.
La clave está en entender que la comunicación es un arte que requiere tanto el hablar como el escuchar, y encontrar un equilibrio es esencial para mantener relaciones saludables y significativas. Al reconocer las razones detrás de nuestro comportamiento y trabajar para cambiarlo, podemos mejorar no solo nuestra comunicación, sino también nuestras conexiones con los demás.