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La agresividad. Llegar a la agresividad es cosa de un paso pero claro que no es cuestión de decir y ya. La agresividad es prima hermana de la estupidez, que sumado a la ignorancia da como resultado una actitud agresiva. La mayor parte de las veces, cuando un niño crece con actitud agresiva es por el medio en el que se desarrolla.
Inconscientemente la vida que lleva le enseña que lo que hace es normal aun lastimando o hiriendo a los demás. Posiblemente la persona fue maltratada o sufrió mucho y lo único que hace, es «Defenderse» de las posibles agresiones que él cree que es objeto en el momento. Personas así no viven en paz y siempre les sigue los problemas.
Toda persona se mueve por energía y dependiendo de la energía que irradie es la que da la pauta para la vida que lleva, en este caso si su actitud es violenta es por una reacción a un posible ataque, por lo tanto, sólo las personas que tengan el mismo grado de frecuencias es la que se les va a acercar, que en definitiva es los problemas.
Hay personas que no se las puede ni siquiera mirar. Hace muchos años, posiblemente más de treinta años, estaba haciendo cola para entrar en un cine, eran esos tiempos cuando ir el cine era lo más espectacular y mucho mejor cuando la película era de emoción. Resulta que en la cola donde yo estaba, había dos personas.
La agresividad
De las cuales uno era de estatura mínima quizás 1.50 cm. El otro hombre tenía más de 1,75 y posiblemente más, el caso es que el más alto empezó a mirar al más bajo y que justo estaba parado delante mío, pero fue de esas miradas furtivas de pasada y ya al menos para mí no fue de importancia, porque en realidad no era nada.
Resulta que en un momento el más bajo le reclamó de por qué lo miraba y ya pueden imaginarse, que con la estatura que tenía se lo veía como esos gallitos de pelea y para el colmo, estaba sentado en el suelo de la calle por la espera a que abran la boletería del cine. El otro hombre, herido en sus sentimientos por la forma cómo le reclamó, se le acercó.
Estando ya cerca de él se da cuenta que era bien bajito, entonces empieza a reírse burlándose de lo pequeño que era en comparación con su estatura. No sé en qué momento porque fue en fracciones de segundos que él bajito ya lo tenía sometido agarrado del pelo al más alto y le daba golpes en la cara, no contento con eso le empezó a patear en la cabeza.
Fue increíble ver cómo un hombre tan bajo de estatura pero con tanta violencia que prácticamente trapeó la calle con el cuerpo del «Grandote» porque no pudo hacer nada, ni siquiera le salió un insulto cómo es normal en estos casos, estaba tan asustado que no sabía lo que le estaba pasando. Ahora ¿Piensan que vale la pena tanta agresividad?
¿Qué hace que una persona sea agresiva?
La agresividad es un tema complejo que ha sido objeto de estudio tanto en la psicología como en la sociología, la biología y otras disciplinas. La pregunta sobre si una persona nace siendo agresiva o si esta característica se aprende a lo largo de la vida ha generado múltiples debates y teorías a lo largo del tiempo.
Para entender qué hace que una persona sea agresiva, es necesario explorar diversos factores que influyen en este comportamiento, desde los componentes biológicos y genéticos hasta los aspectos sociales y ambientales.
En primer lugar, hay evidencia de que ciertos factores biológicos pueden predisponer a una persona a ser más agresiva. Algunos estudios sugieren que los niveles de ciertas hormonas, como la testosterona, pueden estar relacionados con comportamientos agresivos.
Por ejemplo, se ha observado que los hombres, en promedio, tienden a ser más agresivos que las mujeres, y esto se ha asociado en parte con los niveles más altos de testosterona en el cuerpo masculino.
Sin embargo, aunque las hormonas pueden influir, no son determinantes absolutos. No todas las personas con altos niveles de testosterona son agresivas, lo que indica que otros factores también juegan un papel significativo.
Además de las hormonas, la genética puede influir en la propensión de una persona a la agresividad. Algunos estudios han identificado ciertos genes que podrían estar asociados con comportamientos agresivos.
Sin embargo, la genética no es un destino ineludible; más bien, crea una predisposición que puede ser modulada por el entorno. Por ejemplo, una persona que nace con una tendencia genética hacia la agresividad no necesariamente desarrollará este rasgo si crece en un ambiente pacífico y amoroso.
¿De donde parte el ser agresivo?
De hecho, el entorno en el que una persona crece puede tener un impacto más fuerte que la genética en la determinación del comportamiento agresivo. Aquí es donde entran en juego los factores ambientales y sociales.
La agresividad también se puede aprender a través de la observación y la experiencia. Si un niño crece en un hogar donde la violencia y el conflicto son comunes, es más probable que desarrolle comportamientos agresivos como una forma de lidiar con los problemas.
Esta es la base de la teoría del aprendizaje social, que sostiene que las personas aprenden comportamientos observando a los demás y modelando su conducta. Según esta teoría, si un niño ve a sus padres o cuidadores resolver conflictos mediante la agresión, es probable que aprenda a imitar esos comportamientos y los utilice en sus propias interacciones.
El entorno social también influye en la agresividad. Las experiencias de vida, como el abuso, el bullying, la discriminación y otros tipos de traumas, pueden llevar a una persona a desarrollar una personalidad agresiva como mecanismo de defensa.
Cuando una persona se siente amenazada o insegura, la agresividad puede surgir como una forma de protegerse. Esto se ve comúnmente en personas que han crecido en entornos difíciles, donde la agresión se convierte en una respuesta adaptativa a un entorno hostil.
Otro factor importante a considerar es la influencia de la cultura y la sociedad. En algunas culturas, la agresividad puede ser vista como un signo de fuerza y determinación, especialmente en contextos donde la competencia y la lucha por el poder son valoradas.
Esto puede llevar a que ciertos comportamientos agresivos sean reforzados y hasta admirados, lo que contribuye a que las personas adopten un enfoque más agresivo en sus interacciones con los demás.
Hay circunstancias donde se puede ser agresivos
Por ejemplo, en entornos competitivos como los deportes o el mundo empresarial, la agresividad puede ser percibida como una ventaja, lo que puede llevar a que las personas desarrollen una actitud más agresiva para tener éxito.
Además de los factores sociales y culturales, los aspectos psicológicos también juegan un papel en la agresividad. Algunas personas pueden tener una personalidad que las hace más propensas a la irritabilidad y la impulsividad, lo que puede llevar a comportamientos agresivos.
Problemas emocionales no resueltos, como la ira, la frustración o la inseguridad, también pueden desencadenar respuestas agresivas. En muchos casos, la agresividad puede ser un síntoma de problemas más profundos, como el estrés, la ansiedad o la depresión, donde la persona no sabe cómo manejar sus emociones de manera constructiva.
Las experiencias tempranas en la vida también pueden influir en la agresividad de una persona. Por ejemplo, los estudios han demostrado que los niños que han sido víctimas de abuso físico o emocional tienen más probabilidades de desarrollar comportamientos agresivos más adelante en la vida.
Estas experiencias traumáticas pueden llevar a que la persona adopte la agresividad como una forma de protegerse del dolor emocional y evitar sentirse vulnerable nuevamente. En estos casos, la agresividad se convierte en una coraza que les ayuda a lidiar con el mundo de una manera que consideran más segura.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que no todas las personas que experimentan situaciones difíciles o traumas se vuelven agresivas. Esto muestra que la respuesta de cada individuo a los factores de riesgo es única y está influenciada por una combinación de factores, como la resiliencia, el apoyo social, la capacidad de afrontamiento y la salud mental.
La amabilidad detrás de la agresividad
Algunas personas, a pesar de haber tenido una infancia difícil o haber enfrentado circunstancias adversas, pueden desarrollar estrategias saludables para lidiar con el estrés y las emociones negativas, evitando así comportamientos agresivos.
La agresividad también puede estar relacionada con ciertos trastornos de salud mental. Por ejemplo, las personas con trastorno de personalidad antisocial o trastorno límite de la personalidad pueden exhibir comportamientos agresivos como parte de su condición.
En estos casos, la agresividad no es tanto una elección consciente, sino más bien un síntoma de una enfermedad subyacente que necesita tratamiento. Esto indica que, en algunos casos, la agresividad puede ser un problema de salud que requiere intervención profesional.
En conclusión, la agresividad es el resultado de una interacción compleja entre factores biológicos, psicológicos, sociales y ambientales. Aunque algunas personas pueden tener una predisposición genética hacia la agresividad, no se puede decir que alguien nazca siendo agresivo en el sentido estricto.
Más bien, ciertos factores pueden aumentar la probabilidad de que una persona desarrolle comportamientos agresivos, pero el entorno y las experiencias de vida juegan un papel crucial en cómo se manifiestan estos comportamientos.
La agresividad puede aprenderse a través de la observación y la experiencia, especialmente en entornos donde la violencia es común o donde la agresividad se recompensa de alguna manera. Pero también es posible desaprender la agresividad y reemplazarla con formas más constructivas de manejar el conflicto y las emociones.
En resumen
Esto requiere un esfuerzo consciente, autoconocimiento, y, en algunos casos, el apoyo de profesionales para abordar los problemas subyacentes que pueden estar impulsando el comportamiento agresivo.
En última instancia, la agresividad no es un rasgo fijo e inmutable. Con las intervenciones adecuadas, ya sea a través de la educación, la terapia, el cambio de entorno o el desarrollo de habilidades de manejo emocional, es posible reducir la agresividad y fomentar comportamientos más positivos y saludables. Esto subraya la importancia de un enfoque comprensivo que tome en cuenta tanto la naturaleza como la crianza al abordar el tema de la agresividad en los seres humanos.