Miedo a perder dinero creado por traumas emocionales

Miedo a perder dinero es un síntoma que se desarrolla por  varios tipos de pautas, que se iniciaron por varias experiencias, que en la mayor parte fueron muy impactantes, ¿Cuánta gente conoce que tienen miedo a perder dinero?

Al menos conozco a unos cuantos que a pesar de que tienen dinero, tienen miedo a perderlo. Pero eso no quiere decir que no invierten en negocios, lo hacen, con la diferencia que aun teniendo miedo entran y ganan. A diferencia del que desconfía de todo, ese es un candidato a perder mucho dinero, ahora ¿Cómo lo hacen, para que el uno gane y el otro pierda?

Para dar una clara diferencia, primero como funciona el miedo en los que ganan. Los que ganan no se preocupan en el miedo, porque el miedo no es el problema, para ellos el invertir es parte de sus negocios y el perder también, el miedo viene con los cambios imprevistos, algo que nadie creo que esté preparado.Miedo a perder dinero

Miedo a perder dinero

No sé preocupan del miedo porque se preparan y aprenden a manejarlo y de esa manera continúan en el juego de los negocios. Los que son desconfiados, piensan que todos le quieren ver la cara de tonto. Internamente o sea en el inconsciente tienen más miedo a la vergüenza que a perder el dinero.

Para dar como resultado, que se ponen a la defensiva de todos menos de los que si los estafan, y como tienen tanta vergüenza se quedan callados. En la historia de la humanidad está registrado una hazaña, que la hizo el Conde Víctor Lustig y por dos ocasiones. Vendió la torre Eiffel a unos grandes comerciantes de chatarra.

Después de 6 meses regresó y la volvió a vender pero a más precio y nunca fue denunciado ¿Cómo puede ser posible, que con un timo tan increíble, nadie lo haya denunciado? El apego al dinero hace que muchas veces las personas se pongan ciegos y no pueden ver lo que otro si lo viera, en este caso el negocio era tan espectacular que nunca pensaron que fuera mentira.

El miedo a perder dinero es más latente en personas que no tienen solvencia económica, por lo tanto si están dispuestos hacer una denuncia. En cambio con el Conde Lustig fue diferente. Nadie se atrevió a denunciarlo por el miedo a la vergüenza, ¿Qué iban a decir la alta sociedad de París, al enterarse de que fueron estafados?

Ese apocamiento los mataba y sin embargo eran tan desconfiados que cayeron en algo tan fantástico de creer. Nótese que ellos tenían terror al qué dirán  pero no  tanto miedo a perder dinero. Por lo general mucha gente tiene miedo a perder, puede ser a cualquier cosa por el hecho a no desprenderse, de lo que consideran suyo.

¿El miedo a perder dinero es mas fuerte que el miedo a la vergüenza?

El miedo es una emoción poderosa que influye profundamente en el comportamiento humano. Entre los diversos tipos de temor que las personas enfrentan, el miedo a perder dinero y el miedo a la vergüenza son especialmente significativos, aunque afectan de manera distinta según las circunstancias y la personalidad de cada individuo.

Ambos tienen raíces profundas en las necesidades humanas fundamentales, como la seguridad, la aceptación social y el sentido de identidad, y entenderlos implica explorar tanto los impulsos instintivos como los valores culturales y personales.

El miedo a perder dinero está ligado al instinto de supervivencia. Para muchas personas, el dinero no es solo un medio para adquirir bienes, sino una garantía de seguridad, estabilidad y control sobre el futuro. La pérdida de dinero puede representar la pérdida de estas garantías, lo que provoca una ansiedad que va más allá de lo material.

Cuando alguien teme perder dinero, no solo está preocupado por el presente, sino también por las implicaciones futuras: la posibilidad de caer en la incertidumbre, de no poder cubrir necesidades básicas o de perder un estatus alcanzado con esfuerzo.

En este sentido, este miedo se convierte en una fuerza que moldea decisiones, acciones y prioridades, a menudo más intensa que otros temores, como el miedo a la vergüenza. Por otro lado, el miedo a la vergüenza tiene raíces en nuestra necesidad de pertenencia.

Desde tiempos ancestrales, los seres humanos han dependido del grupo para sobrevivir, y la aceptación social ha sido un elemento clave para asegurar esa conexión. La vergüenza surge cuando sentimos que hemos fallado a las expectativas sociales o que nuestra imagen ante los demás está en riesgo.

El sentido de identidad

Este temor puede ser debilitante porque ataca directamente el sentido de identidad y de valor personal. Mientras que la pérdida de dinero puede resolverse con esfuerzo y tiempo, la vergüenza puede dejar cicatrices emocionales duraderas, ya que implica un juicio que afecta nuestra percepción de nosotros mismos y la de los demás.

En cuanto a qué temor es más fuerte, la respuesta depende de las prioridades y valores de cada individuo. Para alguien cuya identidad está profundamente conectada con su éxito financiero, el miedo a perder dinero podría ser abrumador, incluso más que el temor a la vergüenza.

En contraste, para quienes valoran más su reputación o posición social, el miedo al qué dirán puede superar cualquier otra preocupación. Esto también está influido por el contexto cultural. En sociedades donde el prestigio y la imagen pública son prioritarios, el miedo a la vergüenza tiende a ser más fuerte.

Mientras tanto, en contextos donde el éxito material define el estatus, la pérdida de dinero será percibida como un temor predominante. El miedo al qué dirán tiene un origen complejo. Las personas que lo experimentan con mayor intensidad suelen estar condicionadas por la expectativa de aprobación externa.

Desde una edad temprana, muchos aprenden que el reconocimiento de los demás es una forma de validación personal. Esto crea un sistema de valores donde lo que otros piensan toma precedencia sobre la verdad o incluso sobre el bienestar personal.

En estas circunstancias, la percepción social se convierte en el estándar que determina cómo se mide el éxito, el fracaso y la dignidad. Es fácil caer en esta trampa cuando el entorno refuerza constantemente la importancia de cumplir con normas externas, ignorando la autenticidad personal.

El beneficio de conocer el miedo

Víctor Lustig, uno de los estafadores más notorios de la historia, comprendía profundamente estos miedos y supo explotarlos en su beneficio. Lustig es famoso por haber vendido la Torre Eiffel en una elaborada estafa, y su éxito radicaba en su habilidad para manipular las percepciones y debilidades de sus víctimas.

Para él, el miedo al qué dirán de sus víctimas era clave. Cuando alguien caía en su trampa, rara vez lo denunciaban, no porque no pudieran hacerlo, sino porque temían el juicio social. Admitir que habían sido engañados habría significado exponer su falta de juicio o credulidad, lo que podía dañar su reputación.

Lustig sabía que el miedo a la vergüenza era tan fuerte que muchas personas preferían asumir la pérdida de dinero antes que enfrentar el ridículo público. Sin embargo, esto plantea una pregunta interesante: ¿Cómo es que Lustig no parecía tener vergüenza de ser descubierto como estafador?

La respuesta podría estar en su percepción de sí mismo y en cómo valoraba sus propias acciones. Lustig no veía su identidad en función de las normas sociales comunes. Para él, el éxito no estaba en cumplir con las expectativas de honestidad o moralidad, sino en su habilidad para manipular el sistema y triunfar bajo sus propios términos.

Esta mentalidad le permitió operar con una aparente inmunidad al miedo a la vergüenza, ya que su juicio sobre sí mismo era más importante que el de los demás. Además, Lustig tenía la habilidad de justificar sus acciones ante sí mismo.

Al no considerarse un criminal convencional, sino alguien inteligente y astuto que simplemente aprovechaba las debilidades de los demás, probablemente no experimentaba vergüenza de la misma manera que lo haría alguien con un sentido moral diferente.

El miedo y la vergüenza

Para Lustig, ser un estafador exitoso era motivo de orgullo, no de vergüenza, ya que redefinió el significado del éxito en términos que servían a sus propios objetivos. Esto pone de relieve una verdad más amplia sobre cómo las personas manejan el miedo a la vergüenza.

Cuando alguien redefine su identidad en función de criterios internos en lugar de externos, la influencia del juicio social disminuye. Sin embargo, no todos tienen esta capacidad, y la mayoría sigue viviendo bajo el peso de las expectativas de los demás.

Es aquí donde entra en juego la verdad. Mientras que el miedo al qué dirán es una construcción social, la verdad es universal y constante. Pero aceptar la verdad requiere valentía, porque enfrentarse a ella puede significar desafiar las normas, arriesgarse al rechazo y, a veces, reconstruir la propia identidad desde cero.

Las personas que temen más al qué dirán que a la verdad suelen estar atrapadas en un círculo de dependencia externa. Su sentido de valía está ligado a cómo los demás los perciben, lo que hace que comprometer la verdad sea más fácil que enfrentar un posible juicio negativo.

Este fenómeno se puede observar en muchos aspectos de la vida cotidiana, desde decisiones personales hasta conductas profesionales. La presión social puede llevar a alguien a mentir, encubrir errores o incluso tomar decisiones que van en contra de sus propios intereses, todo para proteger su imagen ante los demás.

Sin embargo, no todos sucumben a este miedo. Algunas personas encuentran en la verdad una fuerza liberadora, algo que trasciende las expectativas sociales y redefine su sentido de identidad. Para estas personas, vivir en congruencia con la verdad es más importante que protegerse del juicio externo.

En resumen

Aunque el camino puede ser más difícil, a menudo conduce a una vida más auténtica y satisfactoria. En el caso de Lustig, aunque no temía al juicio social, tampoco estaba realmente conectado con la verdad en el sentido moral o ético.

Su vida fue una demostración de cómo alguien puede operar completamente fuera de las normas sociales sin experimentar remordimiento ni vergüenza. Sin embargo, su éxito como estafador no lo protegió de las consecuencias inevitables.

A pesar de su habilidad para manipular, su carrera terminó en prisión, lo que muestra que, aunque el miedo a la vergüenza puede ser explotado, la verdad siempre tiene una forma de salir a la luz. En última instancia, tanto el miedo a perder dinero como el miedo a la vergüenza son manifestaciones de necesidades humanas profundas.

Ambos pueden ser superados cuando una persona decide enfrentarse a sus propios miedos, priorizando la verdad y el crecimiento personal por encima de las expectativas externas. Aunque esto no es fácil, representa el camino hacia una vida más plena y auténtica, donde las decisiones no estén gobernadas por el temor, sino por la integridad y el propósito.

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