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Nadie está preparado para perder aunque muchos digan que sí, lo que pasa es que todos crecimos con el hecho de ganar, siempre nos dijeron que tenemos que ganar pero cuando perdemos sea por cualquier razón, el mundo se nos viene encima claro que eso no es porque pensamos así, simplemente nos dijeron que es así.
Lamentablemente desde que somos muy niños nos enseñan que solo el ganador es el que triunfa y el que se lleva los laureles pero nunca nos preparan para cuando por alguna razón nos equivocamos y llegamos a perder, nadie enseña el valor de una pérdida y aunque para muchos no sea valedero pero se aprende.
Aunque el sistema de aprender sea el más doloroso como es el perder pero en el caso de que suceda no queda más. Lo triste sería que en el caso de que le toque perder que para pasar el trago amargo lo ve de una forma simple, pero ¿Qué pasa cuando le toque de nuevo el mismo tema? Pues que para desgracia le toca de nuevo perder.
Ahora, ¿Cuál sería la razón de perder de nuevo? Pues que la persona que perdió no tomó un tiempo para tomar su pérdida, luego esa pérdida transformarla en una experiencia y sacar de ahí un aprendizaje de por qué perdió. En vez de eso lo que hizo es tratar de que no le afecte pero no aprendió de ello. Si está preparado para perder aprende de ello.
Nadie está preparado
Lo típico es que cuando pierden se lamentan y hasta lloran y más es porque todos lo acusan de lo mal que hizo, lo único que sacan es que «Sigue adelante no te quedes» pero nada más. En este caso son pocos los que estudian los movimientos que se hizo, claro que si hablamos de deportistas en los que han invertido mucho dinero ahí si lo van hacer porque está su dinero en juego.
Nadie está preparado para perder y eso es un hecho, hay que enseñar a nuestros hijos que si llega el momento de perder, asuman con responsabilidad dicha derrota y aprendan de ello, no se saca nada con lamentos. Cuando me tocó ser Juez de natación el cual es uno de los deportes que lo he practicado con pasión, fui testigo de actos de padres de familia…
Los cuales eran dioses castigadores en ese momento por el hecho de que su hijo perdió una prueba, el caso es que ningún padre se da cuenta que no es él solo el que participa con el favorito, ya que son ocho los que compiten y desde luego que debe haber un ganador y por tal, gana el que está en mejor condición física y mental.
Muchas veces no es cuestión del cuerpo como para ser un ganador, ¿Está convencido que es un ganador? Esa pregunta siempre se olvidan los entrenadores de hacerla al deportista cómo base de entrenamiento, porque se dedican sólo a su cuerpo físico y el mental, bien gracias. La mente juega un papel muy importante.
No solo en el deporte, interviene en todo incluso en su hogar ¿Por qué cree que hay momento en que hay peleas en su casa? Es porque mentalmente no están en frecuencia y cualquier cosa que pase le va a molestar.
¿Qué hace que una persona no pueda ver más allá de una pérdida?
No voy a negar pero en mi caso no soy partidario de aprender de los errores propios. Prefiero aprender de los errores de los demás porque aprendí que es más barato y casi no duele, incluso se puede aprender más de lo que uno se imagina es decir, aprendí de mis perdidas.
Ahora lo que aprendo es porque aprendí una forma de no perder. Sólo es cuestión de que analice lo que es que «Nadie está preparado para perder». Cuando una persona experimenta una pérdida significativa, ya sea de un ser querido, una relación, un trabajo o una oportunidad vital, es común que se sumerja en un proceso emocional que puede hacerle difícil ver más allá de esa pérdida.
Para muchas personas, esta experiencia no solo marca el final de algo valioso, sino que también despierta una serie de emociones que pueden ser abrumadoras, como el dolor, la tristeza, la confusión y, a menudo, la desesperanza.
Este cúmulo de emociones intensas y su duración pueden variar mucho de una persona a otra, pero en algunos casos, la pérdida se convierte en un obstáculo que no logran superar, bloqueando su capacidad para ver un futuro más allá del dolor actual.
Esto ocurre debido a varios factores emocionales, psicológicos y hasta culturales que los hacen sentir atrapados en la ausencia de lo que han perdido, sin poder visualizar nuevas oportunidades o caminos. Una de las principales razones por las que una persona puede quedarse atrapada en la tristeza de una pérdida es la intensidad del vínculo que tenía con lo perdido.
Cuando alguien construye una parte importante de su identidad alrededor de una relación o de un aspecto particular de su vida, la pérdida de este pilar puede hacerle sentir que una parte de sí mismo se ha desvanecido también.
El apego y la necesidad
Es común escuchar a quienes pasan por una ruptura amorosa, por ejemplo, decir que sienten que ya no saben quiénes son sin esa relación. Este apego profundo provoca una sensación de vacío e incertidumbre que puede ser difícil de sobrellevar, y cuando una persona se identifica profundamente con lo que ha perdido, es como si todo su mundo interno también se derrumbara.
Otro factor que influye es la rumiación, el hábito mental de repasar una y otra vez el suceso de la pérdida y las emociones que la acompañan. Cuando alguien cae en un ciclo de pensamientos recurrentes sobre lo que podría haber hecho diferente o lo que hubiera querido que sucediera, perpetúa su dolor emocional.
Este patrón de pensamiento puede hacer que la persona reviva constantemente el sufrimiento, sintiéndose atrapada en el pasado sin poder avanzar. La rumiación puede ser una especie de intento subconsciente de encontrar respuestas o explicaciones, especialmente si la pérdida fue inesperada, pero en lugar de ayudar a procesar el duelo, solo intensifica el dolor y la sensación de estar estancado en la situación.
El miedo a lo desconocido también juega un papel importante en la dificultad para ver más allá de una pérdida. Cuando una persona atraviesa un cambio drástico en su vida, suele enfrentarse a un futuro incierto, y esta incertidumbre puede ser aterradora.
Sin el trabajo, la relación o el rol que antes le daba estabilidad, la persona puede dudar de sus habilidades para enfrentar nuevos desafíos o incluso para encontrar algo que reemplace lo que ha perdido.
El miedo a perder todo
Este miedo hace que la pérdida parezca insuperable y que cualquier posible cambio hacia el futuro se vea como una amenaza. Por esta razón, es natural que las personas se aferren a la seguridad de lo conocido –en este caso, los recuerdos y el apego a lo que fue– y eviten imaginar un futuro que les parezca incierto o inestable.
La culpa es otro factor que puede profundizar el dolor de la pérdida y hacer difícil superarla. Algunas personas sienten que podrían haber hecho algo diferente para evitar la pérdida, como si fueran responsables de lo que sucedió.
La culpa puede surgir, por ejemplo, en la pérdida de un ser querido, donde la persona se culpa por no haber estado presente en los últimos momentos, o en una ruptura, donde se castiga pensando que no fue lo suficientemente buena en la relación.
Este sentimiento de culpa genera un ciclo de autocrítica que bloquea la aceptación de la pérdida y hace que el proceso de duelo se vuelva más complicado. La culpa puede hacer que el dolor se vuelva insoportable, ya que no solo se enfrenta a la pérdida, sino también a una percepción negativa de uno mismo.
El temor a dejar ir lo que una vez fue importante es otra razón que puede hacer que una persona se sienta incapaz de ver más allá de una pérdida. De alguna manera, aferrarse a la tristeza y al dolor es una manera de mantener viva la conexión con lo que se perdió. Dejar ir puede sentirse como una traición o un acto de olvido hacia aquello o quien fue tan importante, lo cual genera una resistencia a avanzar.
Superar la perdida
Esto es particularmente común en el duelo por seres queridos, donde la idea de superar la pérdida se confunde con el miedo a olvidarlos o a no honrar su memoria adecuadamente. Aceptar la pérdida y, eventualmente, continuar adelante puede parecer una señal de indiferencia o falta de amor, aunque en realidad no lo sea.
Además, en algunas personas, la negación o la resistencia a aceptar la realidad también puede impedirles avanzar. Cuando la pérdida es demasiado dolorosa o incomprensible, algunas personas optan por negar que haya sucedido o por minimizar su impacto.
Esta negación es un mecanismo de defensa que busca proteger a la persona del dolor intenso, pero a largo plazo solo bloquea la posibilidad de procesar la pérdida de manera saludable. Al no enfrentar el dolor, la persona se queda en una especie de limbo emocional en el que no puede seguir adelante ni sanar.
Por otro lado, la falta de apoyo emocional también puede ser una barrera para ver más allá de una pérdida. Cuando una persona se siente sola en su dolor o no cuenta con personas en su entorno que comprendan lo que está pasando, el proceso de recuperación se vuelve mucho más difícil.
El apoyo emocional de amigos, familiares o terapeutas puede ofrecer una perspectiva externa que ayuda a la persona a procesar su experiencia y a dar sentido a su dolor, lo que a su vez facilita la sanación.
Sin este tipo de apoyo, la persona puede sentirse atrapada en su sufrimiento, incapaz de ver alternativas o caminos para avanzar. Finalmente, la cultura también tiene un rol en cómo las personas procesan las pérdidas.
En resumen
En algunas culturas, el duelo o el dolor pueden ser temas tabú, o se espera que las personas lo superen rápidamente y sin mostrar mucha vulnerabilidad. Estas expectativas culturales pueden hacer que las personas sientan que su dolor es inadecuado o que no tienen derecho a sentirse mal durante demasiado tiempo.
Esta presión externa puede llevar a que la persona internalice el dolor y se sienta aún más atrapada, ya que al no poder expresarse abiertamente, no logra procesar el duelo de manera saludable. La dificultad de una persona para ver más allá de una pérdida no responde a una sola causa, sino a un conjunto de factores complejos que pueden reforzarse entre sí.
La intensidad del apego, la rumiación, el miedo a lo desconocido, la culpa, el temor a dejar ir, la negación, la falta de apoyo y las expectativas culturales son elementos que pueden crear una barrera para aceptar y sobrellevar una pérdida.
Aunque el proceso de superar una pérdida es profundamente personal y puede ser difícil, reconocer estos factores y trabajar en ellos puede ayudar a las personas a encontrar nuevamente un camino de esperanza y reconstrucción. La pérdida no significa el fin de la vida o de las posibilidades, sino el comienzo de una nueva etapa que, con el tiempo, puede llegar a ofrecer crecimiento y una renovada apreciación por la vida.