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No descargue su coraje con su amigo. El tener coraje es parte de tener miedo al éxito por eso no descargue su coraje con su amigo, vecino y peor con gente que no conoce. Parece mentira pero hay momentos en los que uno se encuentra en posición de desventaja y cuando se topa con alguien que está pasando por un desaire y que eso le haya ocasionado un coraje.
Generalmente uno termina siendo la fuente de descarga de dicho desaire. Hay que tomar en cuenta que dicho malestar que pasa una persona, no siempre es ocasionado por otra persona es decir, que el resultado que es un coraje siempre tiene un comienzo pero ese comienzo es uno mismo, al menos en un 90% es así.
¿Qué hace el amigo?
La pregunta es ¿Qué culpa tiene la otra persona que en este caso se lo puede llamar amigo, vecino o un extraño? Claro que aquí no entra la persona que le gusta molestar la paciencia del otro, sólo se trata de las personas que llegan a tener un problema con alguien y como no pueden decirle nada ya sea por miedo o respeto, terminan descargando con el primer tonto que aparece.
Para desgracia ese tonto es alguien de los ya nombrado que sin imaginar la posible acción, recibe la mala cara de aquel que ha pasado un mal rato. En la mayoría de los casos las personas que pasan un mal rato le echan la culpa a otros de sus problemas, sin darse cuenta que es de cada quien el ser, tener o deber lo que tenga que hacer para que su vida sea más fácil.
Pongo como ejemplo el caso de una chica muy linda por cierto, la cual ha pasado unas horas de lo más tranquila y amena con su amigo, claro que no sólo ha sido ese día sino algunos de los cuales se sacó aprendizajes de lado y lado. En este caso no hay nada que ver con relación sentimental, sólo amistad al menos eso creo.
Después de pasar por todos esos días de la cual en la última noche se despide hasta con una sonrisa y un cuarto de abrazo, pero al día siguiente que no se esperaba que llegara dónde su amigo, llega a una hora que supuestamente tenía que ya estar en el trabajo pero no, llega a la casa del amigo con una cara de como que algo le debe.
La comunicación no verbal
Claro que no le dice nada de desagrado pero su comunicación no verbal es muy evidente, ahora ingresa a la casa y piensa que su amigo no se ha dado cuenta por lo tanto hace lo que tiene que hacer. De pronto el amigo le pregunta ¿Qué le pasa? La respuesta que recibe es «Es que mi hermana no me despertó y me deja dormir… me he hecho tarde para ir al trabajo, ahora me van a reclamar»
Pienso que está por demás lo que está diciendo ya que la responsabilidad es de ella y de nadie más, por lo tanto es ella como persona la que tiene que activar su reloj biológico y hacer que su cuerpo funcione como debe ser, de esa forma se evita el pasar malos ratos desencadenando coraje con el que está más cerca.
Hay personas que aunque tienen edad adulta se comportan como adolescentes irresponsables, que piensan que el mundo les debe un montón y no es así ya que se vino aquí para dejar un legado, una señal o algo que diga «Fulano pasó por aquí» pero para que llegue eso, tienen que hacer lo posible para que funcionen como seres humanos dignos de decir «AQUÍ ESTOY Y YO HICE….» sin llegar a que suene a orgullo simplemente que lo diga con humildad. Para todo esto piense muy bien y no descargue su coraje con su amigo.
¿Qué hace que una persona no pueda controlar su ira?
Cuando alguien no puede controlar su ira y la descarga continuamente con personas más vulnerables, esto suele ser reflejo de problemas emocionales no resueltos, patrones de comportamiento adquiridos y una falta de autoconciencia.
La ira es una emoción natural y, en muchos casos, útil para expresar insatisfacción o protegernos en situaciones adversas. Sin embargo, cuando se convierte en una respuesta incontrolable y desproporcionada, especialmente dirigida hacia personas más débiles, puede causar mucho daño a las relaciones, además de perpetuar un ciclo de conflicto y dolor.
Uno de los factores que pueden llevar a alguien a actuar así es la acumulación de estrés y frustración. Las personas que no encuentran formas sanas de liberar sus emociones o que están constantemente sometidas a altos niveles de estrés pueden comenzar a ver a la ira como una salida fácil para aliviar la tensión que llevan dentro.
En situaciones en las que el estrés aumenta y las soluciones parecen inalcanzables, pueden llegar a un punto de “explosión emocional”, donde sienten que deben liberar la carga en alguien más, y eligen a quienes perciben como menos amenazantes o más débiles porque sienten que pueden desquitarse sin enfrentarse a una oposición significativa.
Este comportamiento también está relacionado con la falta de habilidades para regular las emociones. Controlar las emociones es algo que se aprende a lo largo de la vida, y muchas personas nunca desarrollan completamente estas habilidades.
La falta de estrategias para calmarse o gestionar la frustración puede hacer que la persona recurra a respuestas impulsivas y agresivas. En estos casos, la ira se convierte en un “escape” instantáneo que les permite expresar lo que sienten sin filtrar sus reacciones. Sin embargo, este desahogo momentáneo no resuelve las causas de la ira, lo que los lleva a un ciclo repetitivo de malestar y descarga con quienes sienten que pueden controlarlos o dominarlos.
La baja autoestima y el miedo
Otro elemento clave es la baja autoestima. Cuando alguien no se siente seguro de sí mismo, puede tratar de compensarlo al mostrar poder o superioridad sobre los demás, especialmente con personas que percibe como indefensas o vulnerables.
Al imponer su ira, el individuo experimenta una falsa sensación de control y dominio. Este sentimiento de control momentáneo, aunque negativo, le da una especie de satisfacción temporal, ya que momentáneamente siente que es fuerte y capaz de afectar a otros.
Sin embargo, esta sensación es superficial y no tarda en desaparecer, llevándolos a necesitar repetir el comportamiento para recuperar esa falsa autoestima una y otra vez. Las experiencias traumáticas de la infancia y los patrones de comportamiento aprendidos también juegan un papel crucial.
Si una persona creció en un ambiente donde se normalizaba la violencia o la intimidación hacia los más débiles, es probable que haya internalizado esta forma de relacionarse con los demás como un modelo aceptable o normal.
Si en su entorno familiar hubo adultos que actuaban de forma agresiva para “afirmar” su autoridad sobre los demás, la persona puede haber aprendido que es aceptable y efectivo desquitarse con los más débiles, viéndolo como una salida natural o inevitable ante sus propias frustraciones.
Además, si durante su infancia fue reprimida o tratada con ira por figuras de autoridad, puede haber asimilado la idea de que las emociones fuertes deben descargarse en otros, perpetuando el mismo ciclo con quienes considera más vulnerables.
La falta de autoconciencia es otro factor importante. Las personas que no dedican tiempo a reflexionar sobre sus reacciones o a cuestionar sus patrones de comportamiento son menos propensas a reconocer el daño que causan a otros y a sí mismos.
Cuando no se ve las acciones negativas
Sin esta autoconciencia, no logran ver cómo sus acciones impactan negativamente a quienes los rodean y tampoco comprenden que, en realidad, sus reacciones violentas hacia los demás son una forma de evadir su propio malestar interno.
A menudo, la ira que sienten hacia otras personas o situaciones es una manifestación de conflictos no resueltos consigo mismos, pero, al no tener claridad de este origen, buscan liberarse de la incomodidad mediante la descarga externa.
El miedo y la inseguridad también pueden llevar a la ira hacia los más débiles. Muchas veces, una persona que constantemente recurre a la agresión lo hace porque, en el fondo, teme enfrentarse a situaciones de poder o conflictos que no sabe cómo manejar.
Por lo tanto, elige a alguien que no represente una amenaza, para asegurarse de que no habrá una confrontación real o pérdida de control. Esto ocurre con frecuencia en entornos familiares, donde los adultos pueden desquitarse con niños o personas mayores debido a que estos son menos capaces de defenderse o cuestionar su comportamiento.
La elección de una “presa fácil” les permite desahogar sus emociones sin arriesgar su propio sentido de seguridad o poder. La falta de empatía también es un componente relevante. Cuando alguien no logra ponerse en el lugar de los demás o no le importa cómo su ira afecta a otros, encuentra más fácil descargar su frustración sin considerar las consecuencias.
Esta falta de empatía puede derivarse de experiencias de vida difíciles o de una desconexión emocional con sus propios sentimientos, lo cual les impide reconocer el daño que están causando. Al no ser capaces de conectar emocionalmente, pueden incluso justificar su comportamiento agresivo pensando que los demás “se lo merecen” o que “es su forma de ser”, sin asumir responsabilidad por sus actos.
Reconocer la base de la ira
Para mejorar esta tendencia destructiva, es fundamental que la persona reconozca la raíz de su ira y desarrolle herramientas para gestionarla de manera más saludable. El trabajo en la autoconciencia es esencial, ya que permite identificar cuándo y por qué surgen las emociones de ira.
La meditación, por ejemplo, puede ayudar a calmar la mente y generar un espacio de reflexión donde se pueda entender el origen de las emociones antes de actuar impulsivamente. También, técnicas de respiración y relajación pueden ser útiles para calmarse en el momento en que sienta el impulso de desquitarse con otros.
Otra estrategia importante es aprender a comunicar de manera asertiva sus sentimientos y necesidades. Muchas veces, la ira proviene de la incapacidad de expresar lo que se quiere o se necesita. Al aprender a hablar con claridad y respeto sobre sus emociones, la persona puede disminuir la acumulación de frustración y encontrar maneras más efectivas de resolver los problemas sin recurrir a la violencia o a la intimidación.
Finalmente, desarrollar la empatía es clave para cambiar este comportamiento. Practicar la empatía y reconocer el impacto de sus acciones en los demás le ayuda a tomar conciencia del daño que puede causar.
Esta habilidad no solo mejora sus relaciones, sino que también le proporciona un sentido de conexión y compasión, haciéndole menos propenso a recurrir a la agresión. La empatía se convierte en una herramienta poderosa para romper el ciclo de ira y empezar a relacionarse con los demás desde un lugar de respeto y comprensión.