No te quejes de la vida que te da cuando pides

No te quejes de la vida. En la vida todos llegamos a ser lo que queremos ser por lo tanto no te quejes de la vida, porque simplemente ella te dio lo que tú pediste. Muchas personas nunca terminan por entender que la vida es como nosotros la trazamos, es decir, que nosotros como dignos arquitectos creamos nuestro plano de cómo va a ser nuestro nuevo presente.

Claro que en esto tiene mucho que ver lo que nos enseñaron nuestros padres pero, de todas maneras siempre hay preguntas que uno se hace en las cuales, uno piensa ¿Qué hay de cierto en lo que me está pasando? ¿Por qué me sucede lo que me está pasando? ¿Mis padres estarán equivocados? Por lo menos son preguntas que yo me las hice cuando fui un adolescente.

Aunque es muy difícil que un muchacho que aunque le esté pasando tonterías y media siempre verá la aventura o la travesura delante de él,  entonces se necesita que aquella persona tenga la iniciativa de querer ser superior, o sea no querer ser parte del súper conglomerado del montón, como la mayoría se esmera por ser parte de él.No te quejes de la vida

Haces lo que todos hacen

En este caso tú como un participante más de la vida que lo único que has hecho es vivir a cómo te llegó, que por lo general hiciste lo mismo que hace el supuesto mundo, «Pero si todos hacen lo mismo» respondes cuando te preguntan ¿Por qué lo haces? Entonces no te quejes de la vida si estás haciendo lo que en apariencia todos lo hacen.

Lamentablemente, para muchos cuando se dan cuenta lo que han hecho en su vida y no tanto que se den cuenta en sí de sus equivocaciones, pero saben que algo está mal porque el resultado de su vida no es la que ellos hubieran querido, ya han pasado muchos años al menos en buena hora que algunos les llega la hora a los 40 años.

Otros tienen que esperar hasta pasados los 50 y la mayoría nunca se enteran pero si le echan la culpa a todo lo que se le ocurra. Los afortunados que tienen la inquietud de por qué suceden las cosas a su alrededor, son los que logran enderezar sus vidas, claro que es cuando todavía hay tiempo para poder tener una vida aceptable.

Cómo ejemplo del súper conglomerado es la vida de un ser que se hace llamar hombre, el cual se vanagloria de lo que ha hecho hasta ahora, ¿Edad del elegido? De lo que sé tiene 43 años ¿Qué es lo que ha hecho como para sentirse que ha vivido? Pues se jacta de que ha bebido hasta cansarse y todavía lo hace.

La vida de cada quien

Para complementar sus hazañas del gran hombre, se jacta de que se ha divertido, se ha acostado con cuantas ha podido, incluso ha tenido romances con algunos gay a los cuales los respeto mucho, pero esto es cómo él lo dice, porque lo que lo hace sentirse feliz es la forma de cómo lo ha hecho y eso es que siempre hay un tonto que le pague su diversión.

Se siente tan bien que no quiere vivir más de los 60 años porque pienso que el mismo se da cuenta de la vida que ha llevado, y más que todo él va a llegar a la etapa de viejo pendejo, es decir, el cuerpo le va a pesar tanto que arrastrará los pies, ¿Creen que él sea digno de ejemplo y peor para sus hijos? No lo creo por nada del mundo.

Saben lo más triste del caso es que hay momentos como que se pone a pensar de cómo será la vida de sus hijos, por lo tanto por cada cosa que hagan y que según él está mal, los castiga sin pena ni gloria para que no sean escoria de la humanidad, ¿Ironía?  Pienso que sí, porque él no se ha dado cuenta aun de la vida que ha llevado siendo un claro ejemplo de sus hijos. Cuando llegue el momento de que pague por sus acciones, lo único que queda es decirle ¡No te quejes de la vida!

¿Se puede educar sin ser ejemplo de vida?

La figura paterna ha sido tradicionalmente vista como un modelo a seguir, una referencia moral y un guía para los hijos. Sin embargo, muchas veces nos encontramos con padres que desean inculcar ciertos valores en sus hijos mientras ellos mismos actúan de manera contradictoria.

Esta disonancia plantea una pregunta fundamental: ¿es posible educar sin ser ejemplo de vida? ¿Qué impulsa a un hombre a querer ser una referencia positiva para sus hijos, aun cuando decide vivir sin seguir esos mismos principios?

El deseo de ser un ejemplo para los hijos nace en muchos padres como una necesidad de transmitir lo que consideran bueno o correcto, incluso si ellos mismos no siempre lo practican. Esto puede deberse al deseo de ofrecer a sus hijos un futuro mejor, intentando que no cometan los errores que ellos cometieron.

En otras palabras, un padre que actúa de forma impulsiva o poco ética puede, en su interior, querer que sus hijos vivan de manera más ordenada, responsable y con mayores oportunidades de éxito.

A veces, este impulso viene acompañado de arrepentimiento, consciente o no, por decisiones pasadas que el padre no desea repetir en las nuevas generaciones. Sin embargo, existe una paradoja importante: los niños aprenden principalmente mediante la observación.

Desde pequeños, absorben comportamientos, actitudes y formas de pensar, más allá de lo que se les dice explícitamente. La coherencia entre las palabras y las acciones es crucial para que los mensajes educativos sean efectivos.

Si un padre predica disciplina pero vive de manera irresponsable, los hijos recibirán un mensaje confuso: entenderán que las palabras no se alinean con los actos y es probable que sigan el ejemplo práctico en lugar del discurso.

La frustración y desconfianza

Esta inconsistencia puede generar frustración y desconfianza en los hijos, quienes pueden perder el respeto hacia la figura paterna y cuestionar la validez de los valores que se intentan inculcar. Algunos padres confían en que su autoridad será suficiente para guiar a los hijos, aun sin practicar lo que predican.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, la autoridad basada únicamente en órdenes y normas sin ejemplo pierde fuerza con el tiempo. A medida que los niños crecen, desarrollan la capacidad de cuestionar lo que se les dice y compararlo con lo que ven.

Un adolescente que observa a su padre actuar de manera contraria a los valores que intenta enseñar puede sentir que las reglas son arbitrarias y, por lo tanto, no las interioriza como propias. Es cierto que educar no significa ser perfecto.

Los padres son seres humanos con sus propias fallas y contradicciones. No se espera que vivan una vida impecable, pero sí que reconozcan sus errores y transmitan a sus hijos la importancia de la honestidad y la mejora continua.

Un padre que admite sus fallos y se esfuerza por cambiar envía un mensaje poderoso: enseña a sus hijos que el crecimiento es un proceso y que los errores no definen a las personas, sino la forma en que se enfrentan a ellos. Esta actitud no solo fomenta la empatía y la comprensión, sino que también promueve la resiliencia emocional en los niños.

Por otro lado, educar sin ser un ejemplo positivo puede tener efectos negativos a largo plazo. Los hijos, al notar la incoherencia, pueden adoptar comportamientos reactivos, rechazando los valores que se les intentan enseñar y desarrollando actitudes de rebeldía.

La confianza y la comunicación

Esto suele ocurrir cuando perciben que las normas no se aplican de manera justa o que no son válidas para todos por igual. Además, la falta de coherencia puede debilitar el vínculo afectivo entre padre e hijos, afectando la confianza y la comunicación.

En algunos casos, los padres justifican su comportamiento alegando que los hijos deben aprender a ser independientes y tomar sus propias decisiones. Si bien es cierto que la educación debe fomentar la autonomía, los niños necesitan un marco de referencia claro durante su desarrollo.

Los valores que se les transmiten a través del ejemplo son fundamentales para que puedan construir su identidad y tomar decisiones responsables en el futuro. Sin una guía clara, corren el riesgo de crecer sin un sentido definido de lo que es correcto o deseable, lo que puede afectar su estabilidad emocional y sus relaciones sociales.

Es posible educar sin ser un ejemplo perfecto, pero la clave está en la autenticidad. Un padre que reconoce sus defectos y trabaja en ellos está educando con el ejemplo, incluso en medio de sus imperfecciones.

Los hijos valoran la transparencia y la humildad más que la perfección aparente. Por el contrario, pretender ser alguien que no se es, o imponer normas sin asumir la responsabilidad de seguirlas, solo genera desconfianza y distancia.

En conclusión

La educación basada únicamente en palabras o normas sin ejemplo práctico tiene límites. Los hijos aprenden principalmente a través de la observación, y la coherencia entre las acciones y las enseñanzas es fundamental para que los valores se interioricen.

Sin embargo, los padres no necesitan ser modelos perfectos; basta con que sean sinceros, admitan sus errores y demuestren su compromiso con la mejora continua. De esta manera, enseñan a sus hijos no solo valores éticos, sino también la importancia del crecimiento personal y la resiliencia. La educación, al final, es menos sobre ser un modelo inalcanzable y más sobre ser una guía auténtica que inspira desde la honestidad y el esfuerzo diario.

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