Clarí capítulo 7 «El misterio de Zulema»

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El misterio de Zulema

Martino sale todos los días hacia un almacén de propiedad de los dos, pero sólo él lo dirige, tiene ocho empleados y a todos les paga muy bien, se podría decir que Martino y Zulema son ricos en poder económico. Sólo queda esperar que Zulema hable con María Roget para que se haga cargo de Tony, aunque parece que hay algo de duda ahí, hay que ver qué pasa después.

Tony tiene una curiosidad muy grande respecto a su hermano, el secreto que le pedía él es muy diferente al que le preguntó, cada cosa tiene su tiempo y él sabrá aplicarla. Sólo resta esperar si Tony va a tener el tiempo para poderlo hacer. Faltan unos pocos días para que María Roget vaya a buscar a Tony a la casa, ojalá no cambie de idea después.

El tiempo  continúa con su camino sin dar tregua a nada, en ese tiempo Zulema y Tony han formado una estrecha amistad y parece que muy estrecha del todo, Martino sigue con su vida en lo acordado con Zulema, sin sospechar  nada.

―Cómo te sientes hoy Tony ―decía Zulema―. Como que te veo ya más fuerte.

―Me siento mucho mejor  ¿Y tú?

Clarí novela Clarí capítulo 7 «El misterio de Zulema»

―Yo me siento estupenda, dispuesta para lo que sea ―ni bien termina de decir esas palabras, los ojos de Tony se fijan en su cuerpo, dando clara muestra de inquietud carnal.

―Bueno… de que estás estupenda… se ve y se nota y de lo otro, no tengo ni idea ―su respuesta daba una idea de que es casi inocencia aunque la forma no.

―Ay Tony, no creo que seas tan inocente.

― ¡De verdad! No tengo idea de que me estás diciendo.

― ¿Te puedo hacer una pregunta Tony?

― ¿Por qué?

― ¿Por qué me dices eso?

―Es que no sé por qué me quieres hacer una pregunta.

―No te portes mal conmigo Tony.

―Ya, está bien, has la pregunta.

―Tú si has estado con una mujer ¿Verdad? ―Tony la mira tratando de que no se dé cuenta.

― ¿Por qué?

―Vamos, contesta, o tienes miedo.

―Yo no tengo miedo y a ti peor ―como siempre el machismo da paso a uno más grande pero siempre peligroso.

― ¿Quién dijo que me tuvieras miedo? ―Los dos entran en un juego de palabras que por lo general siempre termina en serios problemas, algo que por el momento no les importa.

―Nadie, lo que pasa es que esa pregunta esta media sospechosa.

―Pero ¿Cuál es el problema? ―Con actitud como si estuvieran jugando―. Tú piensas que yo le voy a decir a Martino, olvídate eso, él nunca me pregunta lo que nosotros conversamos.

―Mentirosa, ¿Tú piensas que yo no me doy cuenta? Cada vez que llega Martino, siempre te  llama y algo te dice, yo le veo la cara a él y me doy cuenta que está molesto.

―Sí, sí es verdad que viene mal genio pero yo sé cómo se lo quito, sí te habrás dado cuenta ¡Verdad!

―Si claro, cuando se encierran ahí en su dormitorio y el sale sonriente, ¡Ya me imagino!

―Si estás pensando lo que yo pienso, estás  en su totalidad equivocado.

―Y qué más puede ser, si lo único que pueden hacer ahí es sexo y nada más.

―Ya te dije que estás equivocado, Martino desde hace mucho tiempo que no me toca y lo que hacemos en el dormitorio es que le doy un masaje completo, para qué se relaje, y después de eso se queda dormido como un tronco, cosa que yo misma tengo que despertarlo para salir juntos del dormitorio, y como mis manos tienen magia el sale sonriente de ahí.

―No te creo, un hombre fuerte y del campo como es mi hermano que no aproveche los momentos que están a solas en su dormitorio, con una mujer tan hermosa como tú, tendría que estar loco mi hermano.

―De verdad te digo, él siempre está cansado y a veces he llegado a pensar que yo vivo sola. Me acuesto en mi cama, me desnudo todita y espero con ansias que venga un hombre y me coja que  me haga su esclava en la cama, que me haga todo lo que quiera hacerme y el tiempo que quiera… OH… discúlpame… me dejé llevar por mi soledad.

― ¿Tantas ganas tienes? ―.

―Más o menos pero ya olvidemos eso que no me has respondido a la pregunta que te hice.

―Bueno, ya que insistes, sí.

―Si… ¿Qué?

―Sí, ya te respondí  ¿Qué más quieres?

―Bueno, si y ¿Nada más? ¿Cómo fue? ¿Cómo era  ella? ¿Qué sentiste? ¿Acaso te gustó? ―preguntas y más preguntas.

―Demasiadas preguntas, hagamos una cosa, yo te respondo todo y a cambio tú me respondes otras, ¿Está bien? ―Le hizo una jugada estratégica para conseguir lo que él quería.

― ¿Y qué me vas a preguntar?

―Eso no se vale, yo sabré lo que pregunto ―explicaba Tony―. Además, tú  comenzaste, o, ¿Te estás rajando?

― ¿Qué piensas… que soy cobarde?

―Parece que sí ―dijo Tony.

―Ya, está bien, como tú digas, espero que no salgas corriendo después, entonces yo empiezo ―se prepara y empieza con la pregunta que desde hace rato quiere saber―. ¿Has estado con alguna chica haciendo el amor?

―Sí, he estado con una chica, haciendo de todo en una cama ¿Estás satisfecha? ―Le respondió con incomodidad.

―De eso no, todavía ni empiezo y acuérdate que dijiste que ibas a responder todo ―declaraba Zulema―. Continúo ¿Cómo fue el acto?

― ¡Cómo iba a ser! Para mí fue algo lindo y hermoso, fue mi primera mujer ―dio su respuesta con nostalgia.

― ¿Acaso te gustó?

―Cómo no me va a gustar si era una chica como de mi edad.

―Dime ¿Que sentiste?

―Buena pregunta, no sé con exactitud qué sentí pero sí te digo una cosa, no he visto una chica como ella hace mucho tiempo, sentí como que si yo fuera el único del mundo, sentí como que ella era mía y de nadie más, más claro, era como la seda al mismo tiempo rico y delicioso.

― ¿Acaso te acuerdas de ella? ―Decía  Zulema―. Más exacto ¿Cómo era ella?

―Esa pregunta sí que es bien difícil de contestar, trato de recordar pero no sé, es como si hubieran dos caras encima, no sé cómo explicar ―solo de tratar de explicar hace que se ponga algo confuso, como que hay algo que no da con lo que tiene en mente.

―Así no se vale Tony, yo no creo que no te acuerdas de algo tan especial como tú dices, a menos que le hayas puesto una funda en la cabeza.

―Horita que me preguntas, la veo a ella frente a mí, justo donde estás tú parada, es como que Clarí fueras tú.

― ¡¿Qué dijiste?! ―Sorprendida Zulema dio un paso para atrás y con un ademán de disimulo―. No te escuché bien ¿Qué dijiste?

Estas palabras que acaba de pronunciar Tony, la ha puesto en completa defensa y al mismo tiempo, asustada por el nombre que escuchó.

― ¿Qué pasó Zulema? De pronto como que te  asustaste ―sorprendido Tony.

― ¿Yo? Estás loco, de que me voy  asustar, lo que pasa es que no te escuché bien, anda dilo de nuevo.

―Lo que dije fue… “yo te veo parada ahí y estoy viendo a la mujer más caliente que he conocido” ―le decía Tony mirándola a los ojos y al mismo tiempo a su cuerpo.

―Eso yo ya sé, quiero que me digas como la llamaste ―su actitud era de querer pero al mismo tiempo como que no.

―Clarí.

Al decir ese nombre, Tony se puso pálido y al mismo tiempo su cuerpo empezó a sentir deseos incontenibles de poseer a su cuñada, no sabía lo que le pasaba pero por un momento su cuñada dejo de existir, apareciendo en su lugar… Clarí.

― ¡¿QUÉ?! ―dijo sobresaltada Zulema.

Zulema escuchando ese nombre, por unos minutos se trasladó a unos cuantos años atrás en su vida, que sin explicación, cae al piso desmayada en una especie de trance profundo. Tony se asusta y haciendo un esfuerzo se levanta de la cama a socorrer a su cuñada, sin poder lograr nada. La impresión que recibió Zulema fue tan fuerte que le causó una conmoción mental, logrando entrar en un mundo del pasado a unos siete años atrás.

Zulema vivía con sus padres en un pueblo muy al norte del país. Cierto día, sus padres enfermaron de una rara enfermedad, al comienzo no parecía tan grave porque ellos seguían teniendo una vida normal. En un corto tiempo empezaron a decaer, Zulema como única hija, hizo todo lo posible para poderlos salvar ya que la enfermedad de sus padres no tenía regreso, y eso no sabía Zulema pero el Doctor que los estaba atendiendo sí.

Zulema por esos tiempos tendría unos 14 años, y estaba muy bien desarrollada y de una indómita belleza, la mayoría de los hombres de su pueblo, incluido adolescentes y adultos estaban hipnotizados por ella, el Doctor que no era de ese pueblo sabía de eso hasta la saciedad,  como no era ningún ciego que se diga, le quiso hacer el cortejo a la humilde chica del cual fue rechazado con dureza. Zulema tenía un sueño, aquel sueño era de que un día iba a llegar un príncipe y la iba llevar bien lejos de ahí,  ese príncipe iba a ser el que se haga acreedor de su amor, su cariño y su cuerpo, mientras tanto nadie podía acercarse a ella y mucho peor con proposiciones deshonestas.

El Doctor entendió todo esto y sabía que así no podía ni acercarse, por esto él empezó armar un plan que será  la única forma de poseerla a ella como mujer. El galeno sabía bien que los padres de ella no iban a aguantar ni un mes, por lo tanto no podía esperar mucho. Un día llega a examinar a los pacientes y le dice a Zulema que hay una forma de curar a sus padres,  esa forma es consiguiendo una planta que hay en la cima de la montaña y que uno de los tres debería ir a buscarla,  era lógico que los enfermos no podían.

Zulema era una niña―mujer y muy delicada como una bella flor, ellos no tenían parientes en el pueblo, por lo tanto, el único que quedaba era el Doctor, pero él no se iba a sacrificar así porque sí, pero con esto por lo menos quedaba una opción.

―Señorita Zulema, veo a sus padres muy mal… han llegado a una etapa que necesitan de un remedio especial ―dijo el Doctor.

― ¿Cuál es ese remedio Doctor? ¿Dónde se la puede conseguir?

―Es un remedio especial, tan especial que no se le encuentra por cualquier lado, o sea que no está elaborada, me refiero que es una medicina natural mejor dicho, una planta que no se le encuentra en las boticas.

―Dígame, ¿Dónde hay para ir a comprar?

―Ya le dije señorita, no se encuentra en cualquier parte, esa planta crece en la cima de una montaña.

―Dígame ¿Dónde es para ir a buscarla?

― ¿Usted piensa ir? No llegaría ni a las faldas, es la montaña más alta y me refiero a la montaña del Caminante,  es muy alta ―decía el doctor.

― ¿Ahora qué hago?  Mis padres se ven muy mal, no sé qué haría sin ellos.

―Si yo no estuviera muy ocupado atendiendo a muchos pacientes, iría ―Clarí lo miraba con pena pensando que hace lo mejor que puede sin saber nada de lo que hay de por medio.

―Haga un favor especial Doctor, hágamelo a mí, vaya en busca de esa planta que yo sabré pagarle muy bien.

― ¿De qué forma me pagaría usted señorita?

―Mis padres tienen guardado una buena cantidad de dinero y aparte de eso unas pequeñas joyas, pensaba utilizar todo eso para irnos a vivir a La Gran Ciudad, ¿Me parece que es suficiente por su labor o no?

―Yo nunca lo haría por dinero pero… pero… tal vez… si fuera mi familia…

― ¿Qué? No le entiendo ―muy sorprendida se quedó al escuchar lo que le dijo, pero sabía que debe ser algo muy importante.

―Digo que, tal vez si fuéramos familia, si su papá fuera mi hermano, si su mamá fuera mi hermana o, si usted fuera mi mujer, digo por si acaso.

― ¿Qué está diciendo? ¿Qué me insinúa? ―Con eso como que ya empezó a entender lo que estaba pasando, pero…

―No estoy insinuando nada señorita ―afirmaba el Doctor.

Zulema no se daba cuenta lo que le estaba pasando, lo único que veía en su mente eran sus padres. El Doctor, sin ningún tipo de escrúpulos quería aprovecharse de la situación, él sabía que Zulema puede hacer cualquier cosa por sus padres, él también sabía que poseerla de frente iba a ser bien difícil, por lo tanto, organizó un juego bien sucio que con el tiempo eso iba a determinar que Zulema tome una medida que cambiaría su vida.

―Mire señorita Zulema, yo ya no puedo hacer nada, además, tengo otros pacientes por atender ―se anticipaba el Doctor―. De esta manera me despido, adiós.

― ¡Espere un momento! Usted no puede irse así porque sí, tiene que haber alguna forma de arreglar esto Doctor, ¡Por favor ayúdeme!

―Señorita, yo estoy dispuesto hacer un esfuerzo por usted si por lo menos, me diera una señal de sentimientos hacia mí.

―Pero Doctor,  usted es un hombre mayor para mí, ¿Qué pensaría la gente al verme caminar al lado suyo? Los dos vamos a hacer burla de la gente del pueblo.

―Querida… perdón, me dejé llevar por la agitación…Sólo de pensar que podríamos ser pareja los dos, mi corazón salta  de emoción.

―A ver si le entendí, usted está enamorado de mí ¿Sí o no?

― ¿Y quién no lo estaría? Con semejante belleza de mujer todos en el pueblo comentan mucho sobre su hermosura, y como se habrá dado cuenta que yo no estoy ajeno a ello.

―No me ha contestado, ¿Sí o no? ―Zulema estaba decidida a saber la verdad ¿Cuál verdad? Nadie lo sabía.

―Bueno, la verdad sí pero yo me he dado cuenta de que usted no se va a fijar en mí, por ser muy mayor y quien sabe hasta a lo mejor soy feo.

―Usted no es feo, mayor si pero feo no, lo que pasa es… lo que pasa es que yo pensé que las cosas iban a ser diferentes, ahora mi sueño no se va a realizar.

― ¿Qué sueño? ¿Alguno en especial? ―Dando clara muestra de interés se le acerca.

―No, nada, ya no importa porque mis padres están primeros.

―Bueno ¿Qué ha pensado?

― ¿Cuándo partiría usted hacía la cima de la montaña?

―Cuando empiece el buen tiempo, porque es bien peligroso subir así no más, además hay que llevar equipo y si usted  quiere podemos ir juntos señorita Zulema.

―Por favor… no me llame señorita, sólo dígame Zulema ―ya resignada a lo que venga.

―Eso quiere decir… que me acepta como su novio ¿De verdad? ―Con esa pregunta Clarí lo mira y se da cuenta que eso lo pone feliz, aunque no sabe si en sí es por eso o por quién sabe.

―Si… está bien,  espero que sea por el bien de todos.

―Bueno entonces ¿Cuándo partimos? Yo calculo que en unos días estaremos partiendo.

― ¿Cómo te llamas? ―Sin pensarlo más se lanza al ruedo empezando a tutear a su posible hechor, de su felicidad que es la curación de sus padres―. En todo este tiempo, siempre  te he llamado como “Doctor” pero no sé tu nombre, me parece que toda chica debe saber el nombre de su novio.

―Mi gracia para su merced es… Cándido Fauno.

― ¡Qué! Qué raro, Cándido suena como a caliente y  Fauno suena como animal salvaje ¿Por qué? ―La intriga de Zulema considerando su edad es evidente.

―Sabes que no me había dado cuenta, no quiero que te asustes pero soy el más pasivo de todos los hombres de la región.

― ¿Sabes una cosa? Todas mis amigas me comentaban sus experiencias con sus novios, inclusive me contaban lo que hacían cuando se escondían en el campo, yo nunca lo he sentido, yo no quiero que me pase eso contigo, al menos no antes de casarnos ―ese punto de vista pone en apuros al galeno al extremo que se sorprende con la velocidad que va su aparente novia.

― ¡Casarnos! Ah… Sí claro, como tú digas.

―Y respecto al viaje, creo que estaría bien que mi novio vaya mientras yo espero aquí, cuidando a mis padres.

―Pero mi amor, sino vas conmigo algo podría pasar en mi ausencia, porque hay la posibilidad de que ya no quieras saber nada de mí, porque puede ser que cambies de opinión, y yo tengo miedo de eso.

― ¿Y por qué piensas eso Cándido? Si ya te di mi palabra ¿Qué puedo hacer para que tú me creas?

―Creo yo, que deberíamos cerrar nuestro pacto y de esa forma yo me iría tranquilo, yo estaría regresando en 15 días a partir del día que me vaya.

― ¿Tú te refieres a firmar un papel?  Un documento que diga que voy a cumplir con mi palabra y que voy a estar aquí esperándote ¿Eso quieres? ―Ingenua.

―Discúlpame Zulema pero entre novios no se firma un papel, entre novios se sella una relación, mejor dicho, yo tengo que ser tuyo y solo para ti por todos los años que nos reste de vida.

―Me has conmovido ¿De verdad que vas a ser sólo mío? ―Con esas palabras y por ingenuidad ha quedado impresionada.

―Por supuesto que sí mi amor.

― ¿Y yo? ¿Voy a ser sólo tuya? ¿Para toda la vida?

―Mía, solo mía y para toda la vida  ¿Te gustaría eso mi amor?

―Pensándolo bien si me gustaría y ojalá no me arrepienta nunca ¿Me puedes dar un beso? ―Por ese momento todo se convirtió en un sueño y fantasía que en muchos casos, suelen tener un final feliz.

―Uno y los millones que tú quieras, todo en ti.

Sellando el pacto con un beso se abrazaron y se apretujaron con morbosidad, más que parecía que Zulema estaba más deseosa que Cándido. El plan del Doctor Cándido Fauno surtió el efecto deseado inclusive mejor de lo que había planeado. Él haciendo pedazos el juramento hipocrático, se aprovecha de la casi ingenuidad de una chica que en desesperación por salvar a sus padres, se ha visto en la necesidad de sucumbir a los deseos irrefrenables del sexo, del cual Zulema los tenía dormido, basado en su edad y poca experiencia, que en su totalidad es nada a más de lo que había escuchado de parte de sus amigas. Ahora, el reloj ha empezado su marcha fatídica, Cándido sabe eso y como su fin es poseer a la mujer más hermosa del pueblo, tiene que hacer las cosas bien calculadas, posee menos de una semana para saciar sus bajos instintos y las veces que pueda y ya satisfecho, poder partir so pretexto de buscar la planta milagrosa.

Zulema por su parte ha quedado impresionada por su suerte, nunca pensó que el destino le tenía preparada una sorpresa. Mientras su nuevo novio y en apariencia el primero, sigue atendiendo a los enfermos, Zulema sale al portal de la casa, busca una silla, y se pone a meditar, (“Hace mucho tiempo mi madre me dijo que por ser tan bonita, un día iba a venir un príncipe a pedir mi mano, se casaría conmigo y me llevaría muy lejos en justa recompensa por mi belleza, pero como me doy cuenta que no todo lo que dicen los adultos rara vez resulta cierto. Pensé que mi tiempo iba a demorar ya que sólo tengo 14 años, aunque muchas de mis amigas me dicen que parece que tuviera 18 años,  ¿Será que mi tiempo es ahora? Estoy a punto de perder a mis padres, si no fuera porque Dios me ha mandado este príncipe, aunque viejo para mí, pero igual es una bendición, él sabe cómo curar a mis padres por lo tanto siento que yo debo estar con él, además, no sé qué tiene que cuando se me acerca mucho, siento una desesperación de que me toque todo mi cuerpo, no sé qué va a pasar más luego cuando me entregue a él. Ahora no sé cómo decirle a mis padres de lo que voy hacer por ellos, aunque después de ese beso yo lo deseo más. Mejor oculto todo esto a mis padres hasta que pase un buen tiempo, Cándido tendrá que ayudarme disimulando aquí y en el pueblo”) “Zulema, Zulema” se escuchaba en el fondo de la casa, era Cándido que la buscaba. Se acercaba la hora, el tiempo no daba tregua ya que su primera noche de sexo la espera.

―Aquí estás, pensé que te habías ido ―con preocupación le decía.

― ¿Y por qué piensas eso?

―No, por nada.

― ¿Acaso tienes miedo? Estoy nerviosa por lo que va a pasar más luego pero yo entiendo que somos novios y nos vamos a casar, que si no fuera por la subida a la montaña yo no me entrego a ti, sino hasta después de la boda.

―Tranquila mi amor, lo que pasa es que tengo miedo de perderte y tú sabes que yo siendo tuyo,  estoy contigo por siempre.

―Está bien, todo esto por el amor y por el bien de mis padres ―resignada mira para adentro de la casa como buscando a sus padres pero sabe que no pueden salir.

―Tus padres ya están dormidos, ya es tarde ¿Dónde me acuesto?

Zulema se levanta de la silla le coge de la mano a Cándido y lo lleva en dirección de un cuarto, es el dormitorio de ella, él la mira al disimulo y le apretó la mano, ella empezó a temblar y responde con una mirada hacia sus ojos, mudos como el silencio. Entran al dormitorio y él dando la iniciativa le empieza a besar con lentitud en la nuca.

Zulema se quedaba quieta como una piedra, no hacía ningún movimiento hasta que siente que las manos de Cándido hurgaban su cuerpo, de pronto… ella se vira y poniéndose frente a frente… lo empuja a la cama, lanzándose encima de él como una loba en celo, lo empieza a desnudar.  De esa forma empieza una noche de sexo apasionado tanto que el profanador, termina profanado.

Al día siguiente amanecieron los dos novios muy enamorados, él consiguió lo que quería y en apariencia ella también, aparte de aprender el juego  amoroso en la cama. A partir de ese momento no se querían separar, en cada momento se metían en el cuarto y no salían hasta quedar extenuados del cansancio de amarse tanto. Los enfermos empezaron a dar síntomas de reacción, el padre presentía algo.

―Hija, acércate un poco que quiero hablar contigo ―le hablaba  su padre.

―Dime Papá.

― ¿Por qué el Doctor pasa mucho tiempo aquí? ―el padre sospechaba que algo estaba pasando puesto que lo usual es que atienda y se vaya.

―Porque está preocupado en ti y en mamá ―contestaba su hija amada.

―Presiento algo hija ―decía su padre―. No le tengo confianza a ese Doctor, siento algo raro en él.

― ¿Por qué Papá?

―No sé, tiene algo en su mirada, en especial cuando te mira a ti, tiene la mirada igual  cuando un animal detecta a su presa ―le decía con nostalgia por lo que sospechaba.

―Estás viendo mal papá, el Doctor es buena persona, yo sé por qué te digo.

―Hija, ten cuidado ―le advertía―. Me parece que llega y lo escucho muy de mañana aquí en la casa, ¿Por qué?

―Es porque está preocupado por ti y mamá…Continuará capítulo 8

©Clarí una historia cuántica Todos los derechos reservados Roberto Sanahuano Escrita en el 2006 y registrada en el 2008 I E P I 030100

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