Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa

Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa. Hace muchos años dejé de asistir a una reunión religiosa y bueno en este tiempo era católico y por no encontrar una respuesta a mis preguntas, pasé a una de los llamados santos de los últimos días y como resultado de esto, me encontré que era casi igual que la anterior, por esto decidí por una evangélica y era lo mismo.

Cansado de esto casi y en buena hora que no lo hice entro en una que pertenece a la empresa Watchtower o más conocida como los testigos de jehová, bueno, esto fue una parte de mi vida y en la cual no me arrepiento de estar fuera antes que dentro de alguna de ellas, el tiempo ha pasado y por (solo esta vez la voy a llamar) azares del destino, tuve una experiencia.

Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa
Por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa

Aquellos que me siguen y que leen lo que escribo saben que para mi la experiencia solo es una equivocación, por esto es que la experiencia en si es un aprendizaje que toma tiempo, susto y hasta lágrimas el aprender de aquella. Nunca pensé que en estos momentos y en pleno siglo XXI existan personas con actitud por demás despreciable.

La responsabilidad del ser

Hay que admitir que en gran parte ellos-as no tienen la culpa de ser como son, pero si es de gran responsabilidad el saber si lo que hacen está bien para ellos y los demás. Esto es porque no viven en cautiverio, viven en comunidad que en este caso con gente que la ve todos los días y si no de vez en cuando pero las ven.

Por mi culpa, por mi culpa por mi gran culpa, es parte de una oración que la dicen los católicos en una misa, ahora para que sea más claro debo anotar un poco más de esto, “Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa…”.

Esta oración como la veo, está aceptando que es culpable de algo aunque sea que la digan por costumbre aun no de corazón pero la dicen y para que sea más dramático se tocan en el pecho tres veces. Es de entender que el que lo hace se siente mal y por tal ya no lo piensa hacer, si no es así, ¿Entonces para qué van a misa?

El racismo en la humanidad

Ahora, ¿Sabían que el racismo es una actitud por demás despreciable? Y no solo en mi país sino en todo el mundo y hay lugares que las leyes son duras para este tipo de personas, ¿Es posible que aún existan personas que han crecido en un mundo que están al tanto de lo que ha pasado con el pueblo judío, con la gente de Sudáfrica incluso en EE.UU?

Sin dejar de lado con los chinos que eran apartados igual como a los negros (Así les gusta que los llamen) El caso en esto que todavía existen porque creen que ellos vienen de una especie de humanos escogidos por algo divino, o por lo menos se creen que son tan especiales que consideran a los que no están en su estirpe como sendos miserables.

Lo raro de esto es que sus amistades están rodeadas por lo general de gente que para ellas-os son de lo último como un claro castigo a su tan despreciable actitud pero, en mi capacidad de profesional considero que tienen como amistades a gente que creen que pueden estar por debajo de ellos-as y de esa forma mantenerse en su ego de especiales.

El racismo ha sido una de las formas más destructivas de discriminación que la humanidad ha conocido. Se define como la creencia de que ciertas razas son inherentemente superiores a otras, lo que lleva a prácticas de exclusión, opresión y violencia.

A lo largo de la historia, el racismo ha dejado cicatrices profundas en las sociedades, afectando el desarrollo social, político y económico de civilizaciones enteras. Este artículo explora los orígenes del racismo, sus manifestaciones a lo largo de los siglos y los esfuerzos actuales por erradicarlo.

Consecuencias sociales del racismo

El racismo ha tenido consecuencias devastadoras para las sociedades y las personas afectadas. Esto ha perpetuado la pobreza en comunidades racializadas y ha ampliado la brecha de riqueza entre diferentes grupos.

La educación es una herramienta poderosa para erradicar el racismo. Fomentar una mayor comprensión de la diversidad cultural y racial desde temprana edad es esencial para combatir los prejuicios y estereotipos.

Aunque se han logrado progresos significativos, queda mucho por hacer. Las desigualdades raciales en educación, empleo y justicia continúan siendo barreras para muchos. Las redes sociales y otras plataformas tecnológicas han jugado un papel dual en la lucha contra el racismo.

Si bien pueden ser un espacio para la propagación de discursos de odio, también han servido como una herramienta de movilización y concientización. El racismo ha dejado una marca indeleble en la humanidad, afectando a millones de personas y modelando la historia de las civilizaciones.

Aunque se han logrado avances significativos en la lucha por la igualdad racial, aún queda un largo camino por recorrer. Solo a través de la educación, la concientización y un compromiso activo para erradicar el racismo podremos construir un futuro más inclusivo y equitativo.

¿Por qué es difícil aceptar la culpa de algo?

Con esto,  ¿Es posible que alguien que actúe así diga, por mi culpa, por mi culpa por mi gran culpa, sabiendo que lo que hacen es despreciable? No solo eso porque llegan al colmo de ser mala gente en su forma de decir las cosas como si fuera una acción digna de copiar.

Sé que esto es cuestión de puntos de vista pero sería viable siempre y cuando vivan en la luna donde que su odio no alcance hasta las personas que viven aquí. Hay momentos en que pienso que esto es por mi culpa, por mi culpa por mi gran culpa el que uno no se aleje de alguien así.

Aceptar la culpa, tanto en el ámbito religioso como en la vida cotidiana, implica asumir responsabilidad por nuestras acciones o decisiones. Sin embargo, muchas personas encuentran esto difícil debido a varios factores sociales y emocionales.

Aceptar la culpa puede traer consigo consecuencias, como el castigo, el reproche o el rechazo social. Las personas tienden a evitar el dolor emocional que conlleva ser juzgado negativamente, ya sea por otros o por sí mismos. Esto genera un mecanismo de defensa que les lleva a evitar la aceptación plena de la culpa.

Aceptar la culpa significa reconocer que hemos fallado, lo cual puede amenazar nuestra autoestima o autoimagen. Muchas personas construyen una imagen positiva de sí mismas que no están dispuestas a cuestionar o debilitar. Por lo tanto, evitar la culpa es una forma de proteger su identidad y orgullo.

Desde pequeños, muchas personas aprenden a evitar la culpa por el temor al castigo o la reprimenda. En lugar de asumir responsabilidad, desarrollan estrategias para justificar sus acciones o para culpar a otros. En este sentido, asumir la culpa puede considerarse una debilidad socialmente, lo que refuerza la resistencia a hacerlo.

Cultura del perfeccionismo

En sociedades donde el éxito y la perfección son altamente valorados, aceptar la culpa puede ser visto como una señal de fracaso. Esto crea una presión interna y externa para evitar reconocer los errores, ya que hacerlo podría afectar negativamente la percepción de la persona ante los demás.

La disonancia cognitiva es la incomodidad que sentimos cuando nuestras creencias o acciones no coinciden con nuestras ideas sobre nosotros mismos. Si alguien se ve a sí mismo como moralmente íntegro, aceptar que ha cometido un error o un acto dañino puede crear una profunda tensión interna, lo que lleva a negar o minimizar la culpa para restablecer la coherencia interna.

La oración del Confiteor en la liturgia católica es un acto de contrición, donde los fieles reconocen sus faltas ante Dios. Se repite tres veces «por mi culpa» como una forma de énfasis en la responsabilidad personal.

Sin embargo, muchas personas recitan estas palabras sin una verdadera aceptación de su culpa en la vida cotidiana. Esto puede deberse a que la oración, aunque ritualiza el reconocimiento de la culpa, no siempre provoca una reflexión profunda o un compromiso sincero con el cambio de comportamiento.

La repetición mecánica de las palabras puede ofrecer una sensación de alivio momentáneo o cumplimiento de una obligación religiosa, pero sin un impacto real en la forma en que la persona enfrenta la culpa en situaciones concretas de la vida. ¿Por qué la gente recita la oración pero no acepta la culpa en la realidad?

Para algunos, la recitación de la oración es más una formalidad o un acto de cumplimiento religioso que una reflexión consciente. El ritual se convierte en un hábito, donde la repetición de las palabras no necesariamente implica una verdadera introspección.

Externalización de la culpa o alivio de consciencia

En ocasiones, las personas pueden sentirse más cómodas culpando a factores externos —otras personas, el destino, las circunstancias— en lugar de asumir la responsabilidad total de sus acciones.

Esto puede traducirse en un acto simbólico de «aceptar la culpa» en la oración, pero en la práctica, no reconocen plenamente su responsabilidad en los conflictos diarios. Al recitar la oración, las personas pueden sentir que han cumplido con un deber religioso, lo que alivia temporalmente la carga de la culpa sin que realmente profundicen en el arrepentimiento o el cambio.

Es como una forma de «transferir» la culpa, esperando que el acto ritual proporcione redención. A veces, la oración puede permitir a las personas abordar la culpa de manera abstracta, sin la presión emocional que conlleva confrontar la realidad de sus acciones.

Al admitir la culpa en un contexto espiritual y generalizado, evitan enfrentarse a los detalles específicos de sus errores en la vida diaria. Aceptar la culpa es un acto profundamente humano que toca fibras emocionales, emocionales y sociales.

Aunque la oración «por mi culpa» en el contexto católico puede ser un camino hacia la redención, muchas personas encuentran difícil trasladar esa aceptación ritual a la vida real, donde las consecuencias y el impacto emocional son más tangibles.

La verdadera aceptación de la culpa requiere honestidad personal, valentía para confrontar las consecuencias, y una disposición para el cambio. Pero, por diversas razones, los mecanismos de defensa personales y sociales a menudo impiden que esta aceptación sea plena en la vida diaria.

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