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Sabe dónde está su hijo ahora. Parece que es un buen momento como para preguntar ¿Sabe dónde está su hijo ahora? Posiblemente hace 50 años a nadie se le podría ocurrir hacer esa pregunta a los padres, ya que eran otros tiempos y no había tanto relajo como hay ahora. Parece que en esos momentos los tiempos corrompidos que existían en comparación con los de ahora, más parece juegos de niños.
Todo ha cambiado y si antes se podía dejar las puertas abiertas de una casa ahora ya no y pienso que desde hace más de treinta años hay mucho riesgo, claro que una de las causas es más por el miedo que nos crearon hacia los demás. ¿Sabe dónde está su hijo ahora? fue la pregunta que una vez le hicieron a mi padre.
Mi padre como se crio en un ambiente se podría decir que sano, no conocía lo que era la desconfianza hacia sus hijos por lo tanto la respuesta que dio fue «Claro que sí y están bien» y lo dijo sin pensarlo porque él confiaba demasiado pero, lo que no sabía era que nosotros los hijos en especial los varones ya nacimos en otra época, muy diferente a la de él.
El padre casi nunca se entera
No digo que fuimos vagos ni borrachos y peor drogadictos pero si anduvimos en la calle al menos yo, que en este caso eso no sabía mi papá. Pienso que mi papá nunca se enteró de las andanzas de uno, como dije nunca cogimos vicios y claro que salíamos a una que otra fiesta, incluso en mi caso si tomé licor y pienso que mucho pero fue en un tiempo.
Tengo muchos años que no me llama la atención la bebida ni las fiestas y más, porque pienso que si lo cogí como un buen aprendizaje porque no fue una experiencia, si hubiera sido como experiencia hasta ahora estuviera experimentando para saber que pasa al día siguiente. Tomen en cuenta que no es lo mismo experiencia que aprendizaje.
Ahora, analizando esto y tomando en cuenta que tengo 50 años, ¿Piensa que no es factible preguntar a los padres por sus hijos? Piensen que lo que pasé fue hace más de 36 años hacia adelante y en buena hora que si aprendí, entonces en estos momentos que estamos en pleno siglo XXI con la información que vuela y de la excelente pero también de la pésima.
Donde sus hijos pueden aprender de todo pero como ya se sabe, más le llama la atención lo que le causa asombro o sorpresa y los estudios nunca llegan a ese nivel, por lo tanto ya puede imaginarse que es lo que van aprender. Pienso que todos se deben hacer la misma pregunta ¿Sabe dónde está su hijo ahora? Cómo si la hiciera a otra persona.
No existen hijos tontos
Esto es automático, en el momento que haga la pregunta usted inconscientemente se preguntará por su propio hijo. Es preferible que hable con su hijo cómo padre amoroso al menos si está en edad de adolescente pero, nunca lo haga de la noche a la mañana porque va a caer en sospecha. Ningún hijo es tonto aunque lo aparente pero si son más astutos debido a la época en la que ellos están viviendo.
Si usted comete ese error de querer ser amigo de su hijo cuando nunca se ha comportado así, lo único que va a conseguir es que le tenga desconfianza. La mejor forma de poder llegar a formar parte del mundo de un adolescente es de poco a poco, sin causar interés, claro que eso incluye que usted participe con él de la misma forma que su hijo lo hace.
Antes que empiece, primero observe muy bien los movimientos de su hijo para que se dé cuenta de qué le gusta y lo que no. Muchos padres creen conocer a los hijos pero eso es mentira y más porque los padres cometen el error de dedicarse a fondo al trabajo y dejan todo a la madre, he ahí porque siempre se hacen a la madre cuando hay un conflicto, en pocas palabras el padre es el ogro de la casa. Piense bien y no espere que le hagan la pregunta ¿Sabe dónde está su hijo ahora?
¿Los padres deben ser amigos de los hijos?
La relación entre padres e hijos es uno de los vínculos más complejos y fundamentales en la vida. A lo largo del tiempo, se ha discutido si los padres deben asumir un rol más cercano y amigable o si deben mantener siempre su autoridad como figuras paternas, sin confundirse con la amistad.
Ambas posturas tienen argumentos válidos, y encontrar un equilibrio entre ellas es clave para fomentar una relación saludable. Es posible que los padres puedan acercarse a sus hijos con confianza y cariño sin dejar de ser una autoridad firme y guía, aunque esta tarea no está exenta de desafíos.
Por un lado, quienes defienden que los padres deben ser amigos de sus hijos consideran que la amistad fomenta la confianza y la comunicación abierta. En una relación de amistad, los hijos se sienten más cómodos compartiendo sus pensamientos, sentimientos e inquietudes, lo que facilita que los padres conozcan de cerca sus vidas y puedan orientarlos de manera adecuada.
Esta cercanía emocional puede ayudar a prevenir problemas graves, como el consumo de sustancias, el aislamiento emocional o la toma de decisiones riesgosas, ya que los hijos no tendrán miedo de acudir a sus padres en busca de apoyo.
Además, un estilo de crianza amigable puede transmitir a los hijos la idea de que no necesitan cumplir con estándares imposibles para ser aceptados y amados. Este tipo de vínculo crea un ambiente donde los errores no se castigan con dureza, sino que se utilizan como oportunidades para crecer juntos.
Sin embargo, la amistad entre padres e hijos también puede tener riesgos si no se maneja con cuidado. La línea entre la autoridad y la complicidad puede volverse borrosa, lo que podría llevar a que los hijos pierdan el respeto o minimicen la importancia de los límites.
El error de ser amigo de los hijos
Cuando los padres intentan ser exclusivamente amigos, pueden tener dificultades para establecer reglas claras y hacer que se cumplan. Esto puede generar una dinámica en la que los hijos no reconocen la autoridad paterna y sienten que no tienen una guía sólida.
En situaciones donde se requiere firmeza o corrección, los padres que buscan mantener una relación demasiado amigable podrían evitar confrontar a sus hijos para no romper la armonía, lo que puede resultar en problemas más graves a largo plazo.
Por otro lado, está la postura de que los padres nunca deben dejar de ser padres y que la amistad no tiene lugar en esta relación. Según esta visión, los padres deben cumplir un rol único e irremplazable: ser guías responsables que enseñen a sus hijos a desenvolverse en la vida con disciplina y respeto.
En esta perspectiva, la autoridad paterna no es algo negativo, sino una necesidad fundamental para el desarrollo de los hijos. Las reglas, los límites y las consecuencias claras brindan estructura y seguridad, ayudando a los niños y adolescentes a entender la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto.
Esta postura sostiene que los hijos ya tendrán amigos en su entorno social, pero no siempre encontrarán personas dispuestas a guiarlos con amor y firmeza como lo haría un padre o una madre. Es importante señalar que mantener una autoridad firme no implica ser distante o autoritario en exceso.
Un padre que ejerce su autoridad con amor y empatía también puede crear un ambiente seguro para sus hijos. Los límites, cuando se explican y se aplican de manera justa, enseñan a los hijos a autorregularse y a tomar decisiones responsables por sí mismos.
La autoridad del padre
Los padres que mantienen esta postura argumentan que su función es preparar a sus hijos para el futuro, para que puedan enfrentarse a los desafíos de la vida con madurez y fortaleza. En este contexto, la crianza no busca ser una amistad, sino una guía amorosa que permita a los hijos convertirse en adultos capaces y equilibrados.
El desafío más grande radica en encontrar el equilibrio adecuado entre la cercanía emocional y la autoridad necesaria. No se trata de elegir entre ser padre o amigo, sino de entender que ambas facetas pueden coexistir, siempre y cuando se gestionen de forma adecuada.
Un padre puede mostrar interés genuino por la vida de sus hijos, escucharlos sin juzgarlos y brindarles apoyo en los momentos difíciles, sin perder su papel de figura de autoridad. La confianza y la disciplina no son conceptos incompatibles, y un buen padre es capaz de establecer límites claros mientras demuestra afecto y comprensión.
Al final, cada familia es diferente, y lo que funciona para una no necesariamente funcionará para otra. Las relaciones entre padres e hijos evolucionan con el tiempo, y lo que puede ser necesario en la infancia puede cambiar durante la adolescencia o la adultez.
Durante los primeros años, los hijos necesitan reglas claras y un control más cercano, pero a medida que crecen, los padres deben aprender a darles más autonomía y espacio. En la etapa adulta, muchos hijos pueden ver a sus padres no solo como guías, sino también como compañeros de vida, lo que permite que una amistad genuina se desarrolle de manera natural y sin romper la estructura familiar.
En conclusión
Ser padre y ser amigo no tiene por qué ser una elección excluyente, pero es esencial que los padres nunca pierdan de vista su función principal: ser una guía segura para sus hijos. La amistad puede ser un complemento valioso, siempre que no sustituya la responsabilidad de establecer límites y normas que permitan el desarrollo sano de los hijos.
Lo más importante es que la relación se base en la confianza, el respeto y el amor, ajustándose a las necesidades de cada etapa de la vida. En última instancia, cada familia encontrará su propio camino para equilibrar cercanía y autoridad, adaptándose a los desafíos que surjan a lo largo del tiempo.