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Trabajo no es negocio. Muchas persona y creo que es mundial que siempre cuando quieren probar suerte en el comercio dicen «Voy a poner un negocio» y todos aplauden su decisión, claro que dejo de lado a los envidiosos. Y empieza la labor de trabajo, ya sea consiguiendo el local, uno que otro empleado y el producto que se va a vender.
Todo va bien, empezaron con pie derecho pero, se les ha pasado algo por alto. No se han dado cuenta que el dichoso negocio no está funcionando como ellos pensaron. ¿Qué si ganan? Claro que sí, pero el tiempo de los que trabajan ahí se les ha reducido y me refiero al dueño(a) y sus socios.
Puesto que ellos no se dieron cuenta, que un trabajo no es un negocio y un negocio no es un trabajo, ahora están sintiendo el peso de la responsabilidad, porque si no trabajan con disciplina, se caen, así de simple y sin pena ni gloria aunque hagan lo que quieran sin tener una base.
La diferencia entre negocio y trabajo, un trabajo es cuando uno desempeña una labor encomendada para producir réditos, es decir, cuando supuestamente se pone un «Negocio» y usted desempeña una labor dentro del dicho «Negocio» eso no es un negocio, es un trabajo.
Trabajo no es negocio
A diferencia, el verdadero negocio es cuando usted teniendo un trabajo como el que se pusieron con sus socios, tiene en otro lado trabajando su dinero, sea en lo que sea, siempre y cuando usted no desempeñe ningún cargo. Dentro de cualquier inversión que haga.
Un ejemplo de ello es las inversiones que se hace en FOREX ya sea online o trading, puede también invertir en petróleo, oro o en bolsa. Conozco personas que se la pasan la vida invirtiendo en todo y por todo. Esto lo hacen pensando que lo que hacen son negocios, bueno en parte lo es pero cuando ellos entran en el ruedo ya deja de ser un negocio, la mayor parte entra más por miedo a que le roben que por otra cosa.
Lo cómico en esto es que siempre pierden por desconfiados y no saber que hacer. En último de los casos, si le da miedo arriesgar, se coloca otro trabajo como los antes mencionados pero sin trabajar usted, contrata y delega que solo así se transforma en negocio.
Por lo general, las personas que hablan de negocios siempre están bien vestidas y tienen aspecto de buenos señores. En cambio, los que hablan de negocios y están vestidos con ropa común y con aspecto de cansados, es fijo que lo que tienen es un trabajo y no un negocio.
Todo trabajo es noble y muy gratificante pero no rentable que se diga, porque no es lo mismo que en una inversión que se hace, le de lo suficiente como para poder disfrutar de ese dinero, por lo general se pasa encerrado por muchos años sin ganar mayor cosa.
¿Qué hace que la persona quiera estar metiendo la mano cuando se trata de una inversión?
El dinero, como recurso, tiene el propósito de generar más valor cuando se utiliza adecuadamente, y la inversión es una de las maneras más eficaces de lograrlo. Sin embargo, no todos entienden o aceptan este concepto en su totalidad.
Para muchas personas, el dinero se convierte en algo que simplemente fluye hacia gastos inmediatos y consumos cotidianos, perdiendo así la oportunidad de aprovechar su verdadero potencial. Por otro lado, quienes deciden invertir tienden a hacerlo en negocios que les son familiares y que a menudo manejan directamente, lo que genera un fenómeno común: el negocio-trabajo.
Este concepto plantea interrogantes importantes sobre las razones detrás de esta tendencia y lo que esto dice sobre la percepción que estas personas tienen de la inversión, la confianza y el manejo de recursos. Cuando una persona decide invertir en un negocio y además participar activamente en su operación, lo hace por varias razones, siendo una de las más evidentes la necesidad de mantener el control.
Invertir en un negocio propio brinda una sensación de seguridad, ya que permite supervisar directamente las operaciones y tomar decisiones clave. Muchas personas sienten que delegar estas responsabilidades puede implicar un riesgo que no están dispuestas a asumir.
Aunque esta mentalidad puede ser comprensible, también limita el crecimiento de la inversión al depender completamente del tiempo y esfuerzo del inversionista. Al final, lo que se denomina inversión se convierte en un empleo disimulado, donde la persona no solo invierte su dinero, sino también su energía diaria.
Una de las razones más comunes detrás de esta actitud es la falta de confianza en el personal contratado. Para muchos, dejar que otros manejen un negocio representa una pérdida de control y abre la posibilidad de errores, negligencias o incluso deshonestidad.
El fin del dinero en los negocios
Este miedo, aunque válido en cierta medida, puede ser contraproducente. La verdadera naturaleza de una inversión es permitir que el dinero trabaje por sí mismo, y esto incluye confiar en un equipo que haga posible ese funcionamiento.
Sin embargo, cuando los inversionistas se convierten en participantes activos, a menudo lo hacen porque sienten que su presencia garantiza que todo funcionará correctamente. Esto puede reflejar no solo una desconfianza hacia los demás, sino también una falta de comprensión sobre cómo construir un sistema eficiente y autónomo.
Otro aspecto que lleva a las personas a involucrarse directamente en sus negocios es la falta de claridad sobre lo que significa realmente una inversión. Una inversión no siempre requiere la participación directa del inversor. Por definición, se trata de poner recursos en un proyecto, negocio o instrumento financiero con el objetivo de obtener un retorno.
Esto implica delegar responsabilidades y permitir que el capital cumpla su función sin una intervención constante. Sin embargo, muchos no ven esta separación como posible o deseable, lo que los lleva a confundir inversión con empleo.
Este fenómeno es especialmente común en negocios familiares o pequeños, como ferreterías, tiendas de comestibles o restaurantes, donde los propietarios sienten que su presencia constante es esencial para el éxito del negocio.
Además, la mentalidad de «meter la mano» en el negocio está profundamente arraigada en ciertas culturas, donde el trabajo duro y la dedicación personal son considerados los pilares del éxito. Aunque estas cualidades son valiosas, no siempre son necesarias en el contexto de una inversión.
El apego emocional
Invertir con éxito requiere más que esfuerzo físico; exige planificación estratégica, análisis de riesgos, diversificación y, en muchos casos, la capacidad de delegar. Sin embargo, el apego emocional al negocio, combinado con la percepción de que solo uno mismo puede hacerlo funcionar correctamente, lleva a muchos a perpetuar esta dinámica de negocio-trabajo.
También es importante considerar que muchas personas optan por trabajar en sus propias inversiones porque disfrutan del sentido de propiedad y control que esto les brinda. Para algunos, no se trata de desconfianza ni de falta de comprensión, sino de un deseo genuino de estar involucrados en algo que consideran suyo.
Este enfoque no es necesariamente malo, pero puede limitar las posibilidades de expansión y diversificación. Cuando una persona se enfoca exclusivamente en un solo negocio y además participa activamente en su operación, no tiene el tiempo ni los recursos para explorar otras oportunidades de inversión que podrían generar mayores beneficios.
Por otro lado, la falta de educación financiera juega un papel crucial en este fenómeno. Muchas personas no reciben la formación necesaria para entender cómo funcionan las inversiones y cómo maximizar su potencial. Sin esta base de conocimientos, es natural que opten por lo que les resulta más familiar y manejable: trabajar en el negocio que han creado.
Sin embargo, esto crea una dependencia que puede ser peligrosa. Si el negocio enfrenta dificultades, no solo se pierde la inversión inicial, sino también la fuente de ingresos personales, ya que ambas están entrelazadas. Para aquellos que realmente desean invertir y aprovechar al máximo su dinero, es esencial comprender que una inversión exitosa no siempre requiere la participación activa. Delegar tareas, contratar personal capacitado y confiar en los sistemas que se implementan son pasos fundamentales para permitir que el dinero trabaje de manera independiente.
El dinero los negocios y el equilibrio
Esto no significa descuidar el negocio o ignorar su progreso, sino encontrar un equilibrio entre supervisar y dejar que otros hagan su trabajo. Una buena inversión es aquella que permite al inversionista tener tiempo y energía para explorar otras oportunidades, mientras el negocio genera rendimientos de manera sostenible.
Además, es fundamental adoptar una mentalidad a largo plazo. Muchas personas que invierten en negocios propios lo hacen con la idea de obtener beneficios inmediatos, lo que los lleva a involucrarse directamente para acelerar los resultados.
Sin embargo, las inversiones más exitosas suelen ser aquellas que se desarrollan con paciencia y planificación. Al centrarse en construir un negocio sólido y autónomo, se pueden obtener beneficios sostenibles que no dependen de la participación diaria del inversionista.
Por último, es importante reconocer que no hay una única manera correcta de invertir. Cada persona tiene sus propias metas, valores y circunstancias que influyen en cómo decide manejar su dinero. Algunos disfrutan del aspecto práctico de trabajar en sus propios negocios, mientras que otros prefieren diversificar sus inversiones y delegar responsabilidades. Lo esencial es ser consciente de las razones detrás de estas decisiones y asegurarse de que están alineadas con los objetivos financieros y personales a largo plazo.
En conclusión
Cuando alguien invierte en un negocio pero decide involucrarse directamente en su operación, lo hace por varias razones: desde la necesidad de control y la desconfianza en el personal hasta la falta de claridad sobre lo que significa realmente una inversión.
Este enfoque, aunque comprensible, puede limitar el potencial de crecimiento y diversificación. Para superar estas limitaciones, es esencial educarse financieramente, adoptar una mentalidad a largo plazo y confiar en los sistemas y equipos que se implementan.
La verdadera esencia de una inversión es permitir que el dinero trabaje de manera independiente, generando beneficios sostenibles sin la necesidad de una participación constante. Solo así se puede maximizar el potencial de los recursos y crear un camino hacia la libertad financiera y personal.