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Todo empieza con un primer paso. No te preocupes que todo empieza con un primer paso, la pregunta es ¿Estás preparado para dar ese primer paso? En todos los casos de cambio de actitud siempre la decisión de cambiar es la más difícil. Generalmente las personas están convencidas o tienen miedo de tomar dicha decisión, el cual es una clave principal.
Los que están convencidos son personas que en cierto modo son herméticos o lo que se conoce como cerradas, ellos piensan que lo saben todo y en realidad ni siquiera saben que no saben nada. El problema con estas personas, es porque no tienen el conocimiento previo para poder entender algo que en medida no les queda.
Ellos no se toman la molestia por lo menos de preguntar si es verdad o no lo que le dicen, asumiendo que lo que ellos que es poco saben y lo toman como autoridad universal. Hay un dato interesante, ellos piensan que porque no lo conocen no existe quedando así como una actitud, pero lo que no saben es que esa actitud tiene un nombre y se llama ignorancia.
El miedo a tomar decisiones
Los que tienen miedo de tomar la decisión en cierto modo saben por un pequeño reflejo que si hay algo que les puede servir, pero el miedo a lo desconocido le hace dudar de todas las formas, con mucha más razón si ellos nunca han escuchado de dicho proceso. De esta manera pueden pasar años de años y no decidirse.
Pero entre los dos tipos de personas el que tiene miedo es el que está más cerca de recibir la ayuda, las razones es porque necesitan que alguien les diga «Si funciona, anda que si te vas a cambiar tu actitud» entonces mientras no haya alguien que lo haga pueden seguir así y en algunos casos llegan a extremos con ellos mismos.
En mi caso he tenido esa clase de clientes-pacientes que no se atreven y han pasado, hasta seis meses sin darse cuenta que todo empieza con un primer paso, entonces cuando han tomado la decisión ha sido cuando ya han estado a punto de dar un paso pero hacia la izquierda, es decir, a punto de hacerse daño.
Las razones por la que se deciden es porque en uno de estos casos fue porque yo me ofrecí voluntariamente y aun así no venía, ¿Por qué? Pues porque ya había estado en manos de algunos especialistas y nada que le daban la ayuda que ella necesitaba, por tanto desconfiaba de mi ayuda y peor que no sabía lo que era la Programación Neurolingüística.
El juego de la ignorancia
En buena hora que se decidió por lo tanto dio el primer paso y ahora vive como una persona que busca el progreso, lo que antes buscaba sobrevivir. Hay que anotar que la ignorancia juega un papel muy importante aunque en un solo caso, pero en el primer caso simplemente la información no existe, por lo tanto no puede haber ignorancia. Al menos pienso que la ignorancia existe cuando se sabe que hay algo pero no se sabe que es, por lo tanto recuerden que todo empieza con un primer paso.
Las personas que creen que lo saben todo
Es común encontrar personas que muestran una actitud de superioridad intelectual, comportándose como si tuvieran respuestas para todo. Sin embargo, en muchos casos, esta seguridad no refleja un conocimiento profundo ni real.
Detrás de esta actitud se esconden diversos factores emocionales y psicológicos que pueden llevar a que alguien crea saberlo todo, aun cuando la realidad demuestre lo contrario. A continuación, exploraremos las causas más frecuentes de esta actitud y sus posibles implicaciones.
El efecto Dunning-Kruger es un sesgo cognitivo que describe cómo las personas con bajos niveles de conocimiento en un área tienden a sobreestimar sus habilidades. Esta ilusión se debe a la falta de competencia necesaria para reconocer sus propias limitaciones.
En otras palabras, cuanto menos sabe una persona sobre un tema, más cree saber. Este efecto explica por qué algunas personas muestran una actitud arrogante o confiada sin tener una comprensión real.
Paradójicamente, quienes tienen mayor conocimiento suelen ser más humildes, pues son conscientes de la complejidad del asunto y de lo mucho que queda por aprender. Otra razón detrás de esta actitud es que algunas personas proyectan una falsa sensación de seguridad como un mecanismo de defensa ante sus inseguridades.
Al aparentar que lo saben todo, buscan ocultar miedos como la falta de preparación, el miedo a ser juzgados o la necesidad de validación. En estos casos, la arrogancia intelectual puede ser una máscara para evitar que los demás noten sus debilidades. Esta actitud les proporciona una sensación de control y poder, aunque sea temporal, ayudando a mantener su autoestima.
Búsqueda de reconocimiento y estatus
Algunas personas creen saberlo todo porque desean obtener reconocimiento social o mantener una posición de superioridad en un grupo. En sociedades donde se valora el conocimiento, parecer informado o inteligente puede otorgarles estatus y respeto.
Este tipo de comportamiento también se observa en situaciones competitivas, como entornos laborales, donde parecer más competente que los demás puede ser una forma de ganar influencia o reconocimiento.
Sin embargo, esta necesidad constante de demostrar superioridad puede terminar siendo contraproducente, alienando a las personas y generando conflictos en sus relaciones. El desarrollo personal implica reconocer errores y aceptar que siempre hay algo nuevo que aprender.
Sin embargo, algunas personas carecen de habilidades de autocrítica. Esto las lleva a ignorar opiniones contrarias o negarse a cuestionar sus creencias, lo que fortalece la ilusión de saberlo todo.
Esta actitud también puede ser reforzada por un entorno donde no se fomenta el aprendizaje ni la reflexión crítica. Si una persona siempre ha sido alabada por sus ideas sin recibir cuestionamientos, es más probable que desarrolle una mentalidad rígida y una confianza desproporcionada en su conocimiento.
Aceptar que no se sabe todo implica enfrentarse a la incertidumbre y salir de la zona de confort. Para algunas personas, esto puede resultar aterrador, por lo que prefieren aferrarse a la idea de que ya tienen todas las respuestas.
Este comportamiento refleja un miedo al cambio y al aprendizaje continuo, que a menudo requiere abandonar certezas previas y aceptar la posibilidad de estar equivocado.
El miedo al desconocimiento también puede llevar a las personas a adoptar una actitud defensiva cuando se enfrentan a información nueva o contraria a sus creencias, reforzando aún más su postura de “sabelotodo”.
Consecuencias de esta actitud
Adoptar una actitud de «sabelotodo» puede tener varias consecuencias negativas, tanto a nivel personal como social. Quienes creen que no necesitan aprender más se privan de nuevas oportunidades de crecimiento.
Esta actitud puede generar malestar en su entorno, pues nadie quiere relacionarse con alguien que desprecia las opiniones ajenas. Cuando la arrogancia no se basa en un conocimiento real, las personas suelen perder la confianza en ellos con el tiempo.
El primer paso para superar esta actitud es desarrollar humildad intelectual y aprender a convivir con la incertidumbre. Algunas recomendaciones incluyen:
Fomentar la autocrítica: Preguntarse a menudo si realmente se tiene toda la información o si se puede aprender algo nuevo.
Aceptar las críticas: Escuchar con apertura las opiniones de los demás en lugar de rechazarlas de inmediato.
Adoptar una mentalidad de aprendiz: Ver el conocimiento como un proceso continuo, no como algo estático o definitivo.
Rodearse de personas que promuevan el aprendizaje: Estar en contacto con individuos que cuestionen nuestras ideas puede ayudarnos a crecer.
La actitud de creer que se sabe todo, cuando la realidad es lo contrario, puede ser resultado de inseguridades, falta de autocrítica, necesidad de reconocimiento o incluso miedo al cambio. Sin embargo, esta forma de pensar limita el desarrollo personal y profesional, afectando también las relaciones con los demás.
Cultivar una mentalidad abierta y aceptar que siempre hay algo por aprender es clave para superar esta actitud. La humildad intelectual no solo nos permite crecer como personas, sino que también nos acerca a los demás, fomentando relaciones más sanas y enriquecedoras.
¿Saberlo todo o saber lo suficiente?
Es común que algunas personas, al enfrentarse a alguien que tiene respuestas para muchas cosas, lo etiqueten como «sabelotodo». Sin embargo, esta percepción no siempre refleja la realidad.
Tener conocimiento sobre distintos temas y compartirlo de forma genuina no implica arrogancia ni inventar respuestas. Muchas veces, este juicio proviene de un lugar de inseguridad, ego herido o ignorancia por parte de quienes no están abiertos a aprender algo nuevo.
No es lo mismo aportar información útil que pretender saberlo todo. Las personas que constantemente responden a preguntas con lo que realmente saben suelen ser vistas con escepticismo o rechazo por quienes no quieren aceptar una perspectiva diferente.
En realidad, poseer conocimiento sobre muchas áreas debería ser visto como algo positivo, pero la sociedad a veces lo percibe como una amenaza, especialmente si la persona que lo demuestra no encaja en los estereotipos esperados.
Esto es aún más evidente cuando alguien que parece modesto o «poco destacado» sorprende a los demás con su conocimiento. El prejuicio puede llevar a que las personas subestimen a alguien a simple vista, y si luego esa persona demuestra saber más que ellos, se genera una reacción defensiva. Esto no refleja un problema con el que comparte su conocimiento, sino con quienes se resisten a reconocer que otra persona pueda saber más que ellos.
La herida del ego
El ego juega un papel importante en la forma en que las personas perciben el conocimiento de los demás. Cuando alguien recibe una respuesta que no esperaba o que contradice lo que cree saber, puede sentir que su conocimiento es cuestionado.
Esto activa una respuesta defensiva, y en lugar de aceptar la nueva información, prefieren descalificar al otro, tildándolo de “sabelotodo”. Para algunas personas, aceptar que alguien más tiene más información implica admitir que ellas mismas podrían estar equivocadas o ser ignorantes en ese tema, lo que puede resultar difícil de asumir.
En este contexto, es más fácil atacar la personalidad de quien sabe que revisar sus propias creencias. Compartir información puede ser incómodo para quienes prefieren mantenerse en su zona de confort intelectual.
En muchas ocasiones, no es que la información sea incorrecta, sino que simplemente no es bien recibida por quienes no quieren enfrentarse a ideas nuevas. Aquí es donde surge la frustración: ser subestimado o menospreciado por saber más, solo porque los demás no se sienten cómodos con esa realidad.
No es extraño que quienes se dedican a estudiar o aprender de forma constante sean percibidos como una amenaza por aquellos que no comparten la misma inquietud por el conocimiento.
La humildad del que sabe
Es importante distinguir entre alguien que comparte lo que sabe de forma honesta y alguien que lo hace para imponer su punto de vista o alimentar su ego. La humildad intelectual implica responder solo en la medida en que se sabe y reconocer las propias limitaciones.
Esta actitud no debe confundirse con la arrogancia, sino con una disposición genuina a aportar en las conversaciones y ayudar a los demás a comprender lo que se les escapa. Por otro lado, las personas con conocimiento no siempre pueden controlar la forma en que los demás reaccionan.
No es raro que, aunque se responda con buenas intenciones, se encuentre resistencia o rechazo. Sin embargo, eso no significa que deban dejar de compartir lo que saben. El problema radica en la actitud de quien no quiere aprender, no en quien tiene la respuesta correcta.
A veces, la reacción negativa hacia quienes responden de manera precisa surge del hecho de que no se esperaba que esa persona supiera tanto. Los estereotipos sociales influyen en la percepción del conocimiento: si alguien tiene una apariencia modesta o no se ajusta a los estándares típicos de “sabiduría”, es probable que se subestime su capacidad.
Cuando alguien con “cara de tontito”, muestra que tiene más conocimiento de lo que los demás esperaban, se produce una disonancia cognitiva en su entorno. Esta sorpresa puede llevar a que quienes se sienten incómodos reaccionen con desprecio o burlas, no porque la información sea errónea, sino porque su propia percepción fue desafiada.